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miércoles, 21 de noviembre de 2018

AUSENCIAS FUGACES





Podéis pensar, porque os concedo esa, venga, que este tío es un bocas, un presuntuoso, otro fantasmilla más que debe creerse Superman, Ironman, Máquinaman…Pero el hecho cierto, verídico al 100%, es que ayer mi oncóloga preferida, la doctora Laura Visa, una de las jefas del equipo de oncología del Hospital de Mar de Barcelona, le decía a mi esposa que lo que yo padezco es un proceso cancerígeno atípico, por lo que soy un paciente digno de estudio. Un tumor como una moneda de un euro en el páncreas que, después de ser operado extirpándome medio órgano, por su tipología amenazaba con volver y hacer metástasis por muy bien operado y limpito que te dejen, se reactivaría haciendo metástasis y expandiéndose irremediablemente. Y sí: al año de operarme y tal como pronosticó el cirujano jefe de equipo que me operó, reapareció afectándome a un conducto hepático por el que el hígado conduce la bilis que produce hacia la vesícula biliar que, a su vez, la almacena y la lleva al estomago para ayudar a disolver los alimentos. Pero al operarme me dejaron sin bazo (sin defensas) y sin la vesícula, por lo que recondujeron la bilis hacia el intestino delgado. Me cortaron un trocito de esa especie de vena de las vías hepáticas, y me implantaron un tubito de metal al que llaman speed de 2 cm que, vaya por dios, no dejaron del todo limpio, quedando un poco de suciedad que terminó por infectar el conducto provocándome fiebres y un evidente riesgo de ictericia. Hace un par de semanas me ingresaron para intentar limpiarme la zona infectada vía esófago, pero me dejaron a medias porque no llegaban hasta el fondo del asunto. De nuevo vuelto a ingresar ayer a las 7 de la mañana, el equipo de radiología me hizo al fin el drenaje completo y me colocaron un bypass, además, aunque con anestesia local. Una experiencia horrible y dolorosísima que se prolongo por espacio de 3 horas. Hasta aquí, nada extraordinario ni imprevisible. Lo que tiene sobre ascuas al equipo de oncología, es que solo haya hecho metástasis en una de las vías hepáticas y no haya afectado a ningún otro órgano, paralizándose el proceso de metástasis sin más ni más. Un proceso que, por añadidura, estaba mostrándose más lento de lo habitual, como si fuera al ralentí, y que provoca en la doctora Laura Visa esa mueca de incredulidad. Se suponía, por la experiencia en otros casos similares, que debía haberme afectado al hígado, está rozándolo, pero nada. O que podía reaparecer en los pulmones, en la próstata, o los intestinos, al mismo tiempo. Cero patatero. La cuestión es que como le dije ayer a la doctora, ya he hecho las reservas para irme con mi esposa durante el puente de la prostitución…; uy, perdón: el de la constitución, a Courchevel, en los Alpes, y que ni por un asomo se creyera que no podría ir con mi esposa, que es la que se lo merece, rollo escapadita tierna y romántica de dos tortolos recién redescubiertos. 
                                              
24 horas después de la intervención de ayer, con la bolsa del drenaje de las vías hepáticas, con una sonda para la orina, con mi palo lleno de suero, glucosa y calmantes vía gotero, lo que se dice hecho un cromo, vamos, estoy que no puedo ni levantarme de la cama, de lo que realmente tengo ganas, pero ganas, es de un buen plato de caldito gallego, seguido de unas costillitas de cordero rebozadas con una picada de almendras y regadas con una cervecita. Una buena amiga de aquellas que no son del mundo virtual ni descubierta en las redes me dijo, no hace mucho, que yo era un ventajista porque había venido al mundo con una bola extra. Y ya me gustaría creérmelo; pero no me lo creo. Lo que sí que me creo son las ganas de vida y de vivirla que tengo. Cualquier persona en mi situación, lo normal es que cogiera los 18 meses preceptivos de baja y solicitaría la incapacidad laboral permanente y… ¡a vivir, que son dos días! Máxime si tu oncóloga te dice que lo que te toca es depender de la quimio y que ella te haría el informe cuando tu quisieras. Y la veo sorprenderse cuando, a la mínima de cambio, le digo que me he reintegrado a mi trabajo, a mi vida normal. Porque esa y no otra es mi prioridad: continuar con mi vida, no lamentarme ni concederle ni una sola batalla al cáncer sin luchar o, como se dice vulgarmente: al enemigo ni agua. Claro que no estoy como una rosa, que me resiento, que me afecta físicamente, que me canso con facilidad y que, por ejemplo, yo era un hombre acostumbrado a dormir entre 5 o 6 horas, como mucho, y que ahora me paso mis 8 horas durmiendo o descansando; que ya no subo los escalones de 2 en 2 y si hay unas escaleras mecánicas, mejor me lo pones, controlo más mi ritmo, aunque a veces hago algún que otro exceso que acaba pasándome factura a modo de agotamiento, pero feliz de hacerlo por el simple hecho de poder hacerlo. No me planteo este asunto del cáncer desde la perspectiva de aquel que quiere ganar la madre de todas las guerras; me limito a disfrutar el hecho de plantarle cara y, si es posible, vencerle batalla a batalla. Nadie como yo es consciente de que llevo 3 años de regalo y de que soy un hombre afortunado por estar acompañado como estoy, y poder hacer lo que quiero hacer: ¡siempre en lucha!

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