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jueves, 15 de noviembre de 2018

EL OCASO



¿Por qué se significa el tonto?: entre las muchas casuísticas que pueden darse, una de las más comunes es porque cuando el camino se acaba, el tonto sigue. Sabido es, porque se ha dicho, se ha  vuelto a decir y repetido hasta la saciedad por los propios interesados y, hombre, porque es lógico en el contexto de la defensa de la dignidad de los protagonistas, que estos, presos y exiliados políticos independentistas, no piensan en ningún caso pedir ningún indulto, condición imprescindible para que les sea concedido, y que lleva implícita de forma tácita el reconocimiento de la culpa del delito por el que a uno se le condena. Pues nada: a hablar y hablar de los posibles indultos que puede conceder el Pedro Sánchez, como si dependiera de este y no de los interesados. Esto, además de ser mentira cada vez que se le acusa a Pedro Sánchez de la misma gilipollez, lo que hace es crear un pensamiento colectivo de rechazo por parte de los gaznápiros que se creen semejante disparate. Pero los relatos fantasiosos y embusteros, es de los que hace ya tiempo que se nutre la derecha española, haciendo de la mentira una rutina que va calando en el imaginario colectivo, que no es precisamente muy proclive a la crítica, hasta el punto de hacer creer a la gente que ellos son siempre los designados por el dedo divino para rescatarnos de todos los males y malos que nos acechan. Si el mismísimo Oriol Junqueras le dijera en su jeta al Rivera que él no piensa pedir ningún indulto, al anaranjado le daría exactamente lo mismo: en cuanto viera una alcachofa se tiraría hacia ella desesperado para acusar a Pedro Sánchez de querer indultarlo. Este país…es casi que de mentirijillas: vivimos en una democracia falsaria, con un rey sin corona, con libertad para no expresarte porque si te expresas con libertad puedes acabar pres@, con un sistema sanitario que es más de ellos que nuestro, con una educación que no educa, solo construye tornillos, tuercas y arandelas, pasadores, pistones, cojinetes, manguitos y muchos mangantes, que no magnates, un país tan lleno de fiestas como de penas, lleno de vivos y muertos coleando, purgatorios, penitentes y escapularios y que se dice, se dice y lo dice la ley, aconfesional; lleno de gente que no tolera, que no consiente, que no transige, que mal cría, que gracias a que un día un catalán lo llamó amor, hoy se puede follar gratis, con generaciones bendecidas por el milagro de no verse ciegas por masturbarse en la adolescencia, todo sea dicho, que no sabe, ni quiere saber de política para la que solo ve dos colores: rojo y azul, de toda la vida, míseros y miserables, ricos y pobres porque la clase media fue un espejismo ya en desuso; un país lleno de sectas, bandas, camarillas, grupitos, mafias, catervas, enjambres, socios, asociaciones, comunidades, cofradías, hermandades, lupanares, puticlubs, radiales, comerciales, catetos, doctores en mil ciencias, desesperados, vocingleros, machistas a toneladas, acomplejados, sinvergüenzas, ladrones, intimidados por la vida, pequeños Nicolás, grandes banderas, un país colonialista con una colonia extranjera en sus tierras, que canta, que baila, que come y a veces hasta bien, con mas muertas porque era mía que muertos de la ETA y en menos tiempo y que, esta mañana, en una ventana del vagón del metro, alguien ha dejado un adhesivo con una máxima: A pesar de todo, ama.
                                                           

No quiero mirar la tele. No quiero saber lo que pasa; ya lo sé: nada. Nada que no pase cada día. Nada que no hayamos visto y oído ya antes, que no se repita, que sea un recurrente, que no este manipulado, cocinado, recalentado y metido después en el microondas, nada que no sea ya viejo, añejo, caduco, estrafalario, de plástico, un nuevo viejo mejunje, la misma frase hecha, el mismo slogan vuelto por enésima vez del revés, la misma mentira mil veces repetida, el mismo final de siempre. Y en el cuadro, al fondo, rayando el horizonte, el mismo signo de agonía inacabable, la misma hambre, exactamente la misma sed, el mismo grito utópico y quimérico una vez más: ¡libertad! ¿De qué me suena? Unos reclaman su libertad en su cárcel pequeñita y otros… en la gran cárcel. Todos presos. Si te arrebatan lo que es la sensación de libertad, a ver cómo y cuando sales; y si hay una política reinsertiva para ese caso. Están llevando este país a su ocaso porque lo están matando de tanto amor a un trapo, todo es desmedido en aquellos que hacen de la palabra España su catecismo, al tiempo que la usan contra otros en el calvario al que les condenan. Luego, a solas con sus amigos, en la cama con sus amantes, afirman convencidos los burdos facsímiles de patriotas, que les encanta Imagine, de Jhon Lenon. ¿Y dónde estaban esos defensores de la patria cuando a esta la saqueaban los Felipes, Ánsares, Pujoles, Chaveses y Griñanes? ¿No debían defenderla del saqueo; o es que los que la saqueaban los mantenían beodos? Y mientras vemos resurgir el fascismo que sale de debajo de los sobacos de la momia esa del Valle de los Caídos, con sus viejos slogans misóginos, homófobos y racistas, Pedrito el progre insiste en retrotraer a los catalanes al año 2.006 con nuevo Estatut que ya no se quiere en Catalunya, tomándonos por imbéciles a los que se les puede engañar una y otra y otra vez, que no pasa nada porque esa es la solución política, mágica, que hará que nos olvidemos de todo y nos sintamos felices como los gilipollas mayores del reino. No hay confianza, no hay empatía en la comunidad de sus señorías, no hay el mínimo atisbo de vergüenza cuando un personaje de la casta política miente y miente a sabiendas de que miente; y los demás los escuchan absolutamente absortos y abducidos, porque es la mentira lo que quieren oír para sentirse aliviados ignorando la verdad. La verdad. Qué absurdo portento que hoy sale prefabricada, disfrazada cuando no ocultándose descaradamente para no espantar al personal, cada día más mayor en su conjunto y temeroso de dios, por supuesto. Para ser un país aconfesional celebramos unas procesiones que son orgasmástica para los creyentes de cielos e infiernos de Media Marquet.
                                                           
                                                          
Paso tanto de esa España; pero tanto…

A más ver

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