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miércoles, 21 de noviembre de 2018

LO IMPOSIBLE

                                                                             


Madrid. Madrid como epicentro de la política española. Madrid como capital de los pobres restos de un imperio amarilleado y carcomido con el tiempo. Ese Madrid tiene muy claro que debe haber un castigo ejemplar y ejemplarizante para los independentistas catalanes. Madrid como parte del problema. Madrid como interesada de parte. Ese Madrid con su casa real, su palacio de la Moncloa, sus ministerios, con las más altas instancias judiciales del país, todos deseando, esperando, prefabricando y dándole forma y hasta lustre, a una sentencia ya dictada de antemano. En los comentarios a un artículo de la prensa relativo al juicio sobre el Procés, decía un lector que: “Qué manía con querer internacionalizar un problema casero, aquí no se juzga a los jueces, se juzga a los insurrectos” (como suena a esa frase que se dice cuando el agresor golpea a su pareja: "Son cosas de pareja") Ese es el típico y tópico espíritu capitalino que se ve frustrado en sus deseos de que la cosa no salga de aquí, no sea que se le vean las vergüenzas al putrefacto sistema judicial español. Que típico, que tópico y que marginal, porque si España pretende pertenecer a una comunidad no solo para recibir ayudas a su desarrollo, muchas, multimillonarias ayudas que han acabado en los bolsillos de los amigos de Chaves, Griñan y otros truhanes semejantes, es con el compromiso de respetar los valores y principios fundacionales de la unión europea, como es el caso, y debe respetar que incluso el derecho constitucional de los países que la integran, está subordinado al Derecho Europeo. Pero como siempre, a algunos solo les gusta la libertad de expresión, si sirve para que ellos se expresen con libertad; libertad que no desean ni en la forma ni en la medida para el resto que para ellos. Como a otros Europa les parece muy bien, pero siempre que esta no le diga lo que tiene que hacer, por ejemplo, con sus ajusticiados porque entonces ¿dónde queda eso de la soberanía de nuestro sistema judicial?; ¿le respondes tú o se lo digo yo?: en el mismo saco que el techo de gasto que tanto se empeñan en defender la derecha de aquí, que nos viene dictado desde allí: Bruselas. Ya es curioso que, para lo que les interesa, quieran y exijan voz en grito independencia y soberanía en relación con esa Europa que les mola tanto cuando cobran de ella; pero que obvian y se olvidan selectivamente de los compromisos que se adquieren al entrar a formar parte de una comunidad, llámala X. Es el error propio de todos aquellos que aspiran a que la vida se adapte a ellos, sin pensar en que es justamente todo lo contrario: somos nosotros los que debemos adaptarnos a esta. ¿Pero como vas a hacerles ver a esos ciegos que no quieren ver; ¿cómo vas a hablar a esos que no quieren escuchar, cómo vas a argumentarles a aquellos que no quieren argumentos sino tu rendición, tu capitulación, tu sumisión incondicional?
                                                           

Era prácticamente un calco, el discurso del preparao el día 3 de octubre del año pasado, al argumentario y relato del gobierno de Rajoy, como para hacerme creer que el discurso del Felipito en contra de un segmento de la población catalana y azuzando al resto de la española contra aquella, fue idea y/o iniciativa real, suya. Incluso la casa real sabe de su propia vulnerabilidad, de su volatilidad en un momento dado, si no se adapta a las situaciones que más convengan al interés general y, después del ridículo mayúsculo y de las imágenes que ofreció España y su gobierno a la opinión pública internacional el 1-O, el interés general no podía ser otro que estar con el gobierno de Rajoy inclusive en su ilegalidad, tal como insinuó el propio Rubalcaba: por la unidad, lo que haga falta. ¿De qué y para qué servía aporrear a la gente que iba a participar en un referéndum ilegal, si su propia ilegalidad lo convertía en infructífero, en una inutilidad, en una inanidad jurídica? Ah, pero es que los Rajoy, las Chukys, Cospedales y cía se habían mostrado muy ufanos y dicharacheros alardeando, días previos al 1-O, sobre que no habría referéndum porque no habría papeletas, ni urnas, ni censo…y el CNI por un lado, el servicio de información de la Guardia Civil por otro y el de la Policía Nacional, que juntos deben sumar una cantidad ingente de chivatillos y correveidiles, no se enteraron de nada, porque hubo papeletas, urnas, censo y referéndum en el mayor zasca de la historia al gobierno de España desde 1.975. Había ese día mucho odio. Odio que ya importaban desde sus cunas y lugares de origen los miembros de las fuerzas de seguridad del estado, quintuplicado en las sesiones que se llevaron a cabo en los barcos como el Piolín aquel famoso, sesiones en las que los mandos señalaban los objetivos prioritarios, la estrategia a seguir y se mentalizaba a los números armados de la “guerra” que se avecinaba, al tiempo que los tenían en unos camarotes infectos e indecentes que sirve como caldo de cultivo de una rabia que acabó desatándose el 1-O contra la población civil. Recordad los reproches y rifirrafes que hubo, por ejemplo, entre la policía y el Zoido por la bazofia de comida que les daban, como táctica del ministerio para tenerlos a punto de caramelo y que salieran a abrir cabezas y patearlas si hacía falta, todo para intentar evitar un referéndum que, por otro lado, era inevitable en tanto y cuanto que solo podían cubrir el 20% de los colegios que se abrieron para votar. La prioridad era impedir las votaciones en aquellos colegios donde se suponían que iban a ir los políticos implicados en el referéndum y alguno que otro más, hasta donde llegara la cantidad de efectivos armados, absolutamente insuficiente para cubrir todos los colegios de Catalunya y centros de votación que se habilitaron ese día. Por eso reflejaba tanto odio en su discurso Felipe el preparao, contra los que fuimos a votar aquel día: no era otra cosa que el mismo odio destilado en la Moncloa hacia el movimiento independentista, que los había dejado en ridículo. El mismo, exactamente el mismo odio que se lee, se mastica en cada argumento de los autos del Llarena, en cada línea de la acusación de la fiscalía, en cada decisión que se ha adoptado contra los dirigentes catalanes. El mismo odio. Y nos llaman nazis aquellos de los GAL, o aquellos otros responsables del crimen de estado en la playa del Tarajal, los del metro de Valencia, los que tratan con regímenes dictatoriales y les venden armas, los mismos que tapan las ilegalidades reales, que amnistían fiscalmente a sus amigotes y a la monarquía, los mismos que recogieron el testigo de la mierda de momia esa que hay en el Valle de los Caídos, perpetuando el saqueo al erario y viviendo a base de bien, a costa de una población laboral explotada y cada día más recortada en sus derechos, incluidos los más básicos.
                                                       

A más ver   

      

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