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domingo, 3 de diciembre de 2017

LA PREVIA






El escritor italiano Umberto Eco publicó en 2012 un ensayo titulado Construir al enemigo, en el que explicaba el valor de contar con adversarios en política. “Tener un enemigo es importante”, dice Eco, “no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo”. Javier Ayuso se sirve de esta cita del afamado escritor italiano, entre otras, para construir un relato en su artículo del diario El País del que se desprende, prácticamente desde el primer parágrafo, que el catalanismo es el responsable de todos los males que acechan a Catalunya, construyendo artificiosa y maniqueamente un enemigo (España) allá donde, según el autor del artículo, no lo había; es más: los únicos errores achacables a los diversos gobiernos de PP y PSOE en Moncloa en relación a Catalunya, según Ayuso, son las excesivas concesiones realizadas al Govern de la Generalitat, cuando los primeros dependían de los votos nacionalistas catalanes para gobernar España. Obvia Javier Ayuso quien, cómo y porqué, construye este escenario que se ha ido desarrollando con el devenir del tiempo y los acontecimientos: los hacedores del llamado Régimen del 78, que no tuvieron el valor de preservar el derecho a los gobiernos autónomos para aquellas comunidades con hechos diferenciales históricos y acordaron un sistema autonómico generalizado, café para todos, que ha resultado en primer lugar, caro no, carísimo por la duplicidad de las administraciones, que tiene a día de hoy a muchas de esas comunidades suspirando por devolver al gobierno central competencias que para aquellas son gravosas y lastran sus presupuestos; y son fuente eterna de conflictos interterritoriales por quítame allá unas competencias y “privilegios” vecinos. También obvia Ayuso un asunto no menos importante como es el del mantenimiento, sine die, del concepto de solidaridad entre las diversas comunidades, y de las responsabilidades que tienen aquellas administraciones subsidiadas de hacer políticas encaminadas a dejar de ser dependientes y, por lo tanto, subsidiadas. Un ejemplo paradigmático es el de Andalucía, 40 años gobernada por el mismo partido, PSOE, que a pesar de todas las ayudas y subvenciones recibidas, desde dentro y desde fuera del territorio español, tiene a esa comunidad con los números que tiene en desempleo, pobreza, crecimiento y desarrollo económico, sin que parezca que ellos, PSOE, tengan nada que ver en todo el asunto y la culpa sea, obviamente, de los demás, que además son insolidarios. ¿Dónde queda la responsabilidad de los que mal administran? ¿En las urnas? Pues si sarna con gusto no pica ¿a qué quejarse? Disfruten de lo votado. Amén de que tampoco repara en que, ese mismo ejemplo que da y que achaca al catalanismo soberano la responsabilidad de crearse un enemigo, es del todo aplicable a aquél que, por necesidades electoralistas, se puso a recoger firmas para tumbar un Estatut aprobado por las tres cámaras y el pueblo catalán en referéndum, con todas las garantías legales y constitucionales, ni de cómo se sirvió de su ascendencia en el TC para tumbar unos artículos determinados que, sin embargo, no eran recurridos en otros estatutos autonómicos, siendo copia literal de los recurridos en el caso del Estatut catalán. Ayuso debe creerse, probablemente, que la ciudadanía de Catalunya es subnormal, que somos tontos del culo, una pandilla de gilipollas descamidados que necesitamos que nos abduzcan y no sorban la sesera los podridos de la saga de los Pujol, porque es obvio que en España se nos quiere mucho y se nos respeta otro tanto y que, por consiguiente, no tiene sentido que nos hayamos sublevado contra el orden establecido. Es otra de las patas que les baila siempre a esos constructores del relato predilecto de Moncloa en todo este asunto: tomarnos por idiotas a más de 2 millones de catalanes y no vernos, en ningún caso, como un igual a todo el conjunto de Catalunya en relación al trato con Moncloa, que ha dado sobradas muestras de la prepotencia, chulería, arrogancia y desdén con el que trata Moncloa a la periferia y, sobre todo, aquellos territorios que considera, no iguales en ningún caso sino sometidos por vasallaje y derechos de conquista. Para el tal Ayuso debe ser también una fruslería sin transcendencia los continuos ataques al idioma catalán (españolizar Catalunya, como quería Wert) y su sistema de enseñanza, o qué clase de complejo de inferioridad deben sufrir todos aquellos que creen que el castellano, que hablan más de 500 millones de personas, corre un serio peligro ante otro que apenas lo hablan 4 millones, tirando largo en un territorio, Catalunya, donde la inmensa mayoría de medios de comunicación, radio, TV, prensa escrita, cine, espectáculos, etc. son en castellano y los niveles de enseñanza del idioma castellano están, en Catalunya, por encima de la media de las comunidades del resto del estado español. Tampoco parece para el señor Ayuso que tenga relevancia el déficit que sufre Catalunya, por ejemplo, en inversiones en infraestructuras, que deja tirados, día sí y día también por falta de mantenimiento en muchos casos, a miles de usuarios de la red de Rodalíes (Cercanías) de Renfe (Rogamos Empujen Nuestros Ferrocarriles Estropeados), que pretenden acudir por las mañanas a sus puestos de trabajo y sus quehaceres cotidianos. Por no hablar de la complicidad entre los diversos gobiernos de PP y PSOE con CiU, en lo tocante al sistema mafioso de corrupción que ha afectado a todos los rincones de España y que ha tenido, como eje, protagonistas y beneficiaros principales, a los tres partidos mentados.

 La caída de lectores que viene sufriendo El País viene parejo al cambio de su línea editorial y de sus problemas económicos, que lo hacen más dependiente de las subvenciones y contratas de publicidad públicas, y quien más quien menos, salvo seguramente para el señor Ayuso los tontos de los catalanes, ya sabemos cómo funcionan esas cosas de las publicidades y los intereses de los contratados por mantener los contratos con los contratantes (Groucho, anímate que creaste escuela).

No quería enrollarme tanto con el tema del relato oficial de Moncloa a través de sus gacetilleros a sueldo, porque me aburre hasta a mí y hoy la noticia está, indudablemente, en que Tele5 se ha cargado Gran Hermano VIP; ¿qué me dices? Lo que te digo; escandaloso, vamos. Ahora que estos pobres VIP parecían concentrados todos en un mismo punto sin que representaran un peligro mayor para nadie, se ve que los echan y volverán a estar desperdigados por esos platós de televisión, dejados de la mano de dios pero demostrándonos, día a día, que eso de la fama es cosa de privilegiados, de mentes preclaras y de gente súper en todos los sentidos porque, sino ¿qué sentido tendría ser VIP? Cualquiera lo podría ser y, eso, pues tampoco está bien. El día que uno pierda un solo segundo mirando por la caja tonta esa serie de aberraciones televisivas, habré dejado de respetarme a mí mismo. Por esa misma ley, una de las revoluciones pendientes es la de la gente que logre desengancharse de toda la telebasura que los abduce y los mantiene adoctrinados en la estulticia, perdiendo el tiempo de sus cortas vidas en cosas menos irrelevantes que un imperdible, que es lo que para uno suelen ser esos personajillos televisivos. Es el nivel cultural de este país lo que puede explicar que tengamos un gobierno manifiesta y demostradamente ladrón y corrupto, y que la gente siga votándolos como si fuesen sus coleguitas de toda la vida.

A mas ver


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