Peaso año que vivimos
er 2.017, quillo. A ver: ya sé que va por barrios y que cada piel es única no
por la piel en sí, sino por lo que habita dentro de ella: entes únicos e
irrepetibles. Bueno, tampoco te me pongas ahora metafísico, que no toca. Para uno,
qué duda cabe, tómale las medidas a ver si cabe, calla, gilipollas, este 2.017
lo marcaría en rojo en mi calendario de los años vividos, sin duda alguna, no
solo por los acontecimientos que todos tenemos en mente sobre lo acontecido en Catalunya,
que también, sino y sobre todo en lo personal. Año para recordar por el caudal
de experiencias que, se supone, deben habernos enseñado infinidad de cosas; no
solo sobre la fauna que nos rodea, con sus cosas y casos mejores y/o peores, sino
sobre todo sobre nosotros mismos. Y no es que uno se sorprenda ni poco ni mucho
de la clase de individuos que configuran la elite política de este país, seres
absolutamente amorales, sin más ética que la de salvar sus culos mientras se
llenan los bolsillos, genuino compendio de los diversos grados o niveles de psicopatía
alcanzados por esa casta aborrecible, que ha llevado a este país a estos
niveles de miseria, de empobrecimiento de las clases medianas y de enfrentamiento.
Pero, como diría aquel, al cabrón más o menos lo ves venir y ya sabes cómo
reaccionar; el peligroso es el idiota. No el idiota rollo Lev Nikoláievich
Myshkin, de Dostoievski, un personaje creado por el escritor ruso que era un
amor; sino el idiota que se refocila en su idiotez presumiendo de su estúpida ignorancia
desde el momento en que abre la boca, sin ni saber y ni siquiera pensar en lo
que dice.
Y a este rupestre del verbo le siguen una legión de fieles adoradores de la
estulticia, sin más oficio ni beneficio que la pretensión de vivir bajo el
abrigo y la pertenencia de esa anomalía denominada España. Y son peligrosos en
la medida en que sus votos valen exactamente igual que el de las gentes más
doctas e instruidas; aunque evidentemente estas son menos susceptibles de ser
manipuladas, inducidas, engañadas con falsas proclamas patrioteras de
mercadillo de quita y pon, de todos aquellos que deben ser como reptiles de
tantas pieles como dicen dejarse, siempre en aras de la felicidad de todos los
españoles. Solo es entendible que la cuarta potencia económica europea soporte
estos niveles de desempleo, esta bolsa de pobreza, de explotación y esclavismo
laboral, de malnutrición infantil, de injerencias descaradas en la judicatura, de
ataques a la libertad de expresión, de represión y persecución política, etc. desde
la indolencia de las masas, desde su abotargamiento, usado para inducirlas con
toda suerte de insensateces por quienes controlan los medios y se dedican al “noble
arte” de crear opiniones. Porque si le preguntásemos, por ejemplo, a ese tal
Marhuenda si le parece colaborar con la justicia formatear 35 veces un disco
duro y rallarlo o liarse a martillazos con él, nos hablara de los campos de concentración
de Stalin, los Gulags y de los muchos cientos de miles de millones y trillones
de muertos del comunismo, al que nos quiere llevar Podemos. Y a este otro
idiota no le faltan idiotas que le compren la salida por la tangente y se
envuelvan, cómo no, de rojigualda porque estos, al contrario que los
independentistas catalanes por ejemplo, no son nacionalistas. Lo repito por si
la cafeína aun no te ha surtido efecto: envueltos en la rojigualda claman
contra el nacionalismo catalán desde su NO nacionalismo español. De museo de
arte moderno, chiquillo.
Y como es el último
post del año no quiero dejaros un mal sabor de boca, así que si tuviera que
elegir un sonido que definiera, para mí, lo más transcendental del año, sin
duda es el sonido del “A por ellos”, jaleado desde la España profunda, repetido
por el primitivo Albiol en campaña y vuelto a repetir, ayer mismo, en las islas
Baleares, debido a que durante el transcurso de una manifestación a favor de la
libertad de los presos políticos, se congregó otra de españolistas que
volvieron a repetir el cantico que, para mí, mejor simboliza el crack, la
ruptura definitiva. Porque a esos españolistas hay que dejarles bien claro que
es posible que España haya conservado, a la fuerza y de momento, Catalunya;
pero ha perdido irremediablemente a más de dos millones de catalanes, esos que algún
que otro “demócrata” pretende “desinfectar” y que no, no se van a ir ni con
agua caliente, como se dice vulgarmente, como no se van a callar ni debajo del
agua, como diría mi abuela. La catalanofobia es un hecho, una triste realidad
fomentada, alentada y alimentada desde los medios de comunicación de la caverna
mediática carpetovetónica que, por ejemplo, pusieron el grito en el cielo
porque el Mayor de los Mossos, Trapero, contestaba a las preguntas en catalán
cuando le preguntaban en catalán; llegando a considerarlo un insulto para los
medios españolistas que no lo entendían; esos mismos medios que, ante Feijóo, por
ejemplo, que responde en galego la mayoría de veces, aunque le pegunten en
castellano, no se quejan ni se sienten ofendidos ni ninguneados ante el dirigente
del PP gallego. Hay una voluntad del percebe pontevedrés de, todo lo que no
pueda controlar a su gusto políticamente de Catalunya, judicializarlo y/o
criminalizarlo, mientras se lleva a cabo en estos momentos otra campaña de
recogida de firmas por toda España contra Catalunya y su sistema de educación,
como si ahora un señor de Chinchilla pudiera decidir sobre el sistema educativo
en Catalunya, por la misma ley por la que yo puedo decidir, desde aquí, Catalunya,
sobre el sistema educativo en Murcia, en Toledo o en Badajoz; a ver cuando me
preguntan también a mi sobre esos sistemas educativos patrios.
Pero bueno; superado
ya este 2.017, vamos a por otro. Se diga lo que se diga para mí ha sido un buen
año: conservo a los míos en perfecto estado, conservo mi trabajo y una salud
aceptable a tenor de las circunstancias, he ganado amigos y si alguno falta es porque
debió cumplir su etapa como tal; me ha cargado las pilas a nivel político-ideológico,
disfrutando por unos segundos de la república más breve de la historia y que,
espero, sea la antesala de la que tiene que llegar, para quedarse, más tarde o
más temprano. Y como no os puedo desear que se cumplan todos vuestros sueños y
deseos, porque evidentemente muchos son contradictorios entre sí, sí que os
deseo a todos un buen año, con equilibrio, palabreja que hay que intentar
practicar más a menudo a todos los niveles, salud física, mental y amor. El
resto nunca debería ser tan transcendente y recordad que, el hombre que no
llora, no es hombre. Nos lo contaron al revés, como tantas y tantas cosas…
Bon any, salut y
força al ca…cállate, desgenerao, sátrapa, cuñao…hostia, lo que madicho: ¿cuñao,
yo? Eso sí que no. Que no. Que no porque te pongas gallumbos rojos vas a
triunfar esta noche, pero si no los llevas quizá puedas perder lo que creías poder
tener 😉 La vida, si hijo sí, es muy complicada. Yo que tú me los ponía; nunca
se sabe… porque ya sabemos que no; pero… ¿y si sí?
Feliz 2.016! más Rajoy
no, pol favó…2.018!!! <(*-*)>
A más ver
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