La esperanza, la ilusión, el anhelo,
la expectativa vivificante, la quimera acaso…uno tiene la sensación de que
hemos perdido algo en este camino de esta nueva era que nos devora con sus
tecnologías, su ritmo alocado y su desbocado consumismo: la consciencia de
poseer un alma. Tanto virtuosismo de cartón piedra, tanta sociedad de la
imagen, tanto postureo, nihilismo, apostasía, tanto exceso de finura como
pintores de brocha gorda al por mayor, tanto creer que controlamos aquello de lo
que en el fondo somos victimas propiciatorias, tanto apalanque, comodidad y
autocomplacencia, nos ha empobrecido, deshumanizado, nos ha hecho caer en un
abismo insondable de miserias ajenas y propias, con escasas, limitadas y nunca
bien ponderadas heroicidades, a menudo criminalizadas por los enemigos de tu
libertad, que no de la de ellos. Vendernos la moto, como se suele decir, a día
de hoy, consiste en hacernos creer que vivimos en democracia y libertad, en un
país en el que puedes decir según qué, según cómo y según sobre quien, porque
si nombras a según quien, según cómo y según sobre qué, puedes verte durmiendo
en una celda antes de que yo me acabe mi té con limón. Y claro que hay miedo,
mucho miedo o, como diría mi abuela, la roja de Osuna: “Aquí lo que hay es mucho mieo y mu poca vergüensa”. Ese mismo
miedo ante la incerteza, ante lo desconocido, ante la inseguro del presente y
del futuro, ese mismo miedo alimentado a base del alpiste que nos sirven por la
caja tonta cada día y a cada instante, que se clava como agujas en nuestro
inconsciente y hasta en nuestro consciente más latente. En la televisión todo
cambia, se transforma, se modifica, se altera; menos los informativos. Siempre están
ahí, a la misma hora y hasta con canales monotemáticos sobre noticias. Y las
buenas noticias ¿son noticia?: no. Las buenas noticias no venden. Ya se intentó
una vez, cuando se publicó un periódico, de aquellos de papel, que solo daba
buenas noticias: tuvo que cerrar. Lo que vende es la adicción a las malas noticias,
a las tragedias, los desastres, lo escabroso del hecho de vivir servido entre
la ensalada y los macarrones, para morboso deleite de los consumidores, ávidos de
saberse a salvo. Es casi que contracultural, pero el hecho de dar buenas noticias
podría conllevar el peligro de que uno comparase un día y quizá no se viera ni tan
a salvo ni tan bien como todo lo que sale por la tele, y vendrían las
preguntas, la duda, al fin la queja y la protesta final. Mejor que se crean a
salvo de todo por el simple hecho de haber nacido en esta parte privilegiada del
planeta. Y punto.
La razón que nos motiva vivir, la
primera, la más básica y fundamental, es el hecho de poder transmitir lo que
sabemos. Así lo hacemos con los hijos como nuestros padres hicieron con
nosotros y estos, a su vez, lo recibieron de nuestros abuelos, etc. Es lo que
nos ha hecho ser como somos, porque la adquisición de conocimiento lleva implícito
el progreso, el avance, hoy ya no conquistamos territorios con catapultas y
asedios a los castillos: lo hacen sentados en sus despachos por videoconferencia,
vía mail, por el móvil mientras se refocilan como cerdos en una piara en su
jacuzzi, al tiempo que les hacen la manicura, por no entrar en más detalles.
Nosotros, no andamos por ahí harapientos, sucios, con una corta esperanza de
vida, sarnosos, piojosos, hambrientos; los que llegan, en su mayoría, quisieran
llegar mejor a final de mes, porque vienen las facturas, los recibos, y que no
te pongan una multa, que te dejan dos meses sin vermuts, o tres, o que no surja
un imprevisto, una lavadora que se estropea, un combi que te dice que hasta
aquí he llegado, bacalao, y si se te ocurre ponerte enfermo…ni te cuento. Así
que sí: déjame ver lo mal que lo pasan por ahí. Si, por un casual de aquellos tontos
que tiene la vida, se te ocurre salirte del redil, ay, amig@, la que te espera.
Lo hemos visto recientemente, lo estamos viendo y vamos a llegar al éxtasis próximamente,
cuando comience el juicio a la democracia, lo que otros llaman al Procéss. Porque
cuando Barcelona, y esto es un hecho histórico repetido, dice República, en
Madrid cunde el pánico, se apodera la histeria en los estamentos del poder y
comienzan las batallas. ¡Es la guerra! ¡Más madera! que diría Groucho. Los tics de indisimulado involucionismo de la capital del
desastrado imperio que reina un meapilas encumbrado, sin arte ni mérito alguno,
vía polvitos mágicos, que hoy vierten sobre Catalunya, mañana, como seas tú
quien ose salirse del rebaño, los sufrirás en tus carnes (uy, lo ka disho;
mira, mira lo ka disho, er gachón: Los tics
de indisimulado involucionismo de la capital del desastrado imperio en el que
reina un meapilas encumbrado, sin arte ni mérito alguno, vía polvitos mágicos...)
Hay quien ha propuesto, medio en serio medio en broma, que Extremadura a partir
de ahora se dedique a decirle al resto de comunidades qué es lo que deben y no
deben, pueden y no pueden hacer. Luego, claro, son tantas comunidades que se
quedaran sin tiempo para explicarles a los suyos qué es lo que sus gobernantes
van a hacer con Extremadura. Una de las frases, recurrentes como el padre
nuestro para los creyentes practicantes devotos, es el que se van a desvivir y dejarse
la piel. Eso, fijo, vamos.
Tú no te preocupes, que a los catalufos
los van a crujir a base de bien, para tu tranquilidad. Nadie se mete aquí con
la indisolubilidad de la patria y la sacrosanta constitución, y sale indemne,
faltaría más. Pero…déjame temerme que, con eso, no va a haber bastante. Por aquí
vamos a dar más guerra, vamos a por la siguiente batalla, queremos más guerra. Nos
debe ir la marcha, macho, ¿qué quieres que te diga? ¿Y lo entretenido que estas
con el asunto? Valóralo. Y ya que te pones, podrías, si tienes un ratito,
valorar la crudeza de que por tus ideas políticas tengas que exiliarte y no
puedas, quien sabe hasta cuando pero no va a ser poco tiempo, estar con tu familia,
en tu casa, con tus amigos, en tu país, haciendo tu vida con normalidad, y no
puedas ver a tus hijos cada día, que tengas que verlos por videoconferencia y,
si acaso, un par de veces al mes los fines de semana, o que se te muera un
hermano y este tenga que ir a donde tú estas exiliado, para morir ante ti.
Ya pronto comenzará el show, así que
haz acopio de palomitas, ponte cómod@ y…disfruta del espectáculo 😉
A más ver
Quizás no hemos enseñado a nuestros hijos a sufrir , a ganarse los derechos con lucha . Hemos creados generaciones de mmongolios apesebrados . Estoy de acuerdo. Todo el sistema podrido , los esclavistas y los esclavos . Salud
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