Vistas de página la semana pasada

viernes, 25 de enero de 2019

¡OIDO, COCINA!: UNA DEMOCRACIA NO MUY HECHA.




La esperanza, la ilusión, el anhelo, la expectativa vivificante, la quimera acaso…uno tiene la sensación de que hemos perdido algo en este camino de esta nueva era que nos devora con sus tecnologías, su ritmo alocado y su desbocado consumismo: la consciencia de poseer un alma. Tanto virtuosismo de cartón piedra, tanta sociedad de la imagen, tanto postureo, nihilismo, apostasía, tanto exceso de finura como pintores de brocha gorda al por mayor, tanto creer que controlamos aquello de lo que en el fondo somos victimas propiciatorias, tanto apalanque, comodidad y autocomplacencia, nos ha empobrecido, deshumanizado, nos ha hecho caer en un abismo insondable de miserias ajenas y propias, con escasas, limitadas y nunca bien ponderadas heroicidades, a menudo criminalizadas por los enemigos de tu libertad, que no de la de ellos. Vendernos la moto, como se suele decir, a día de hoy, consiste en hacernos creer que vivimos en democracia y libertad, en un país en el que puedes decir según qué, según cómo y según sobre quien, porque si nombras a según quien, según cómo y según sobre qué, puedes verte durmiendo en una celda antes de que yo me acabe mi té con limón. Y claro que hay miedo, mucho miedo o, como diría mi abuela, la roja de Osuna: “Aquí lo que hay es mucho mieo y mu poca vergüensa”. Ese mismo miedo ante la incerteza, ante lo desconocido, ante la inseguro del presente y del futuro, ese mismo miedo alimentado a base del alpiste que nos sirven por la caja tonta cada día y a cada instante, que se clava como agujas en nuestro inconsciente y hasta en nuestro consciente más latente. En la televisión todo cambia, se transforma, se modifica, se altera; menos los informativos. Siempre están ahí, a la misma hora y hasta con canales monotemáticos sobre noticias. Y las buenas noticias ¿son noticia?: no. Las buenas noticias no venden. Ya se intentó una vez, cuando se publicó un periódico, de aquellos de papel, que solo daba buenas noticias: tuvo que cerrar. Lo que vende es la adicción a las malas noticias, a las tragedias, los desastres, lo escabroso del hecho de vivir servido entre la ensalada y los macarrones, para morboso deleite de los consumidores, ávidos de saberse a salvo. Es casi que contracultural, pero el hecho de dar buenas noticias podría conllevar el peligro de que uno comparase un día y quizá no se viera ni tan a salvo ni tan bien como todo lo que sale por la tele, y vendrían las preguntas, la duda, al fin la queja y la protesta final. Mejor que se crean a salvo de todo por el simple hecho de haber nacido en esta parte privilegiada del planeta. Y punto.  
                                                           

La razón que nos motiva vivir, la primera, la más básica y fundamental, es el hecho de poder transmitir lo que sabemos. Así lo hacemos con los hijos como nuestros padres hicieron con nosotros y estos, a su vez, lo recibieron de nuestros abuelos, etc. Es lo que nos ha hecho ser como somos, porque la adquisición de conocimiento lleva implícito el progreso, el avance, hoy ya no conquistamos territorios con catapultas y asedios a los castillos: lo hacen sentados en sus despachos por videoconferencia, vía mail, por el móvil mientras se refocilan como cerdos en una piara en su jacuzzi, al tiempo que les hacen la manicura, por no entrar en más detalles. Nosotros, no andamos por ahí harapientos, sucios, con una corta esperanza de vida, sarnosos, piojosos, hambrientos; los que llegan, en su mayoría, quisieran llegar mejor a final de mes, porque vienen las facturas, los recibos, y que no te pongan una multa, que te dejan dos meses sin vermuts, o tres, o que no surja un imprevisto, una lavadora que se estropea, un combi que te dice que hasta aquí he llegado, bacalao, y si se te ocurre ponerte enfermo…ni te cuento. Así que sí: déjame ver lo mal que lo pasan por ahí. Si, por un casual de aquellos tontos que tiene la vida, se te ocurre salirte del redil, ay, amig@, la que te espera. Lo hemos visto recientemente, lo estamos viendo y vamos a llegar al éxtasis próximamente, cuando comience el juicio a la democracia, lo que otros llaman al Procéss. Porque cuando Barcelona, y esto es un hecho histórico repetido, dice República, en Madrid cunde el pánico, se apodera la histeria en los estamentos del poder y comienzan las batallas. ¡Es la guerra! ¡Más madera! que diría Groucho. Los tics de indisimulado involucionismo de la capital del desastrado imperio que reina un meapilas encumbrado, sin arte ni mérito alguno, vía polvitos mágicos, que hoy vierten sobre Catalunya, mañana, como seas tú quien ose salirse del rebaño, los sufrirás en tus carnes (uy, lo ka disho; mira, mira lo ka disho, er gachón: Los tics de indisimulado involucionismo de la capital del desastrado imperio en el que reina un meapilas encumbrado, sin arte ni mérito alguno, vía polvitos mágicos...) Hay quien ha propuesto, medio en serio medio en broma, que Extremadura a partir de ahora se dedique a decirle al resto de comunidades qué es lo que deben y no deben, pueden y no pueden hacer. Luego, claro, son tantas comunidades que se quedaran sin tiempo para explicarles a los suyos qué es lo que sus gobernantes van a hacer con Extremadura. Una de las frases, recurrentes como el padre nuestro para los creyentes practicantes devotos, es el que se van a desvivir y dejarse la piel. Eso, fijo, vamos.

Tú no te preocupes, que a los catalufos los van a crujir a base de bien, para tu tranquilidad. Nadie se mete aquí con la indisolubilidad de la patria y la sacrosanta constitución, y sale indemne, faltaría más. Pero…déjame temerme que, con eso, no va a haber bastante. Por aquí vamos a dar más guerra, vamos a por la siguiente batalla, queremos más guerra. Nos debe ir la marcha, macho, ¿qué quieres que te diga? ¿Y lo entretenido que estas con el asunto? Valóralo. Y ya que te pones, podrías, si tienes un ratito, valorar la crudeza de que por tus ideas políticas tengas que exiliarte y no puedas, quien sabe hasta cuando pero no va a ser poco tiempo, estar con tu familia, en tu casa, con tus amigos, en tu país, haciendo tu vida con normalidad, y no puedas ver a tus hijos cada día, que tengas que verlos por videoconferencia y, si acaso, un par de veces al mes los fines de semana, o que se te muera un hermano y este tenga que ir a donde tú estas exiliado, para morir ante ti.

Ya pronto comenzará el show, así que haz acopio de palomitas, ponte cómod@ y…disfruta del espectáculo 😉
                                                           

A más ver   

1 comentario:

  1. Quizás no hemos enseñado a nuestros hijos a sufrir , a ganarse los derechos con lucha . Hemos creados generaciones de mmongolios apesebrados . Estoy de acuerdo. Todo el sistema podrido , los esclavistas y los esclavos . Salud

    ResponderEliminar