Todo se alborota como si después de un estado de zozobra, de
súbito un calambrazo, una descarga eléctrica de alto voltaje hubiese recorrido
las entrañas de los primeros en lanzarse al fuego. Y tal y como la historia nos
enseña a los que queremos aprender de ella, ya circulan lo primeros rumores
acerca de polis infiltrados que provocan los disturbios, la quema de
contenedores que es siempre una foto de portada que vende y unas ansias de
venganza de un señor de Boadilla del Monte contra los catalanes nazigolpistas después
de verlo por la tele acompañado de su perro. Conjeturas, a estas alturas, mil y
una, como las famosas noches de aquel cuento. Realidades tan solo una: lo han
detenido. Todo el mundo, y es literal, se ha enterado a través de los
principales medios de comunicación del planeta. La izquierda alemana ya se ha
pronunciado en contra de la barbaridad de instrucción de la causa por parte del
juez Llarena y ha convocado una manifestación para mañana. Han hecho los socialistas
alemanes mucho más en una horas que lleva detenido Puigdemont, que lo que han
hecho aquí porque, ¿y la española, ande andará? ¿Dónde se esconde de escaqueo
la izquierda española ante la involución democrática que tanto se cacarea como
realidad; pero que en realidad nadie combate? Digo la izquierda, no me refiero
al P$OE amig@: el whisky con los porros a estas horas no es la mejor de las
ideas. Entiéndase como involución no ya solo lo que pasa en Catalunya, que es
gordo insostenible, sino a los museos a los que se les veta una determinada exposión
de cuadros, a ese otro que va con nariz
de payaso al que se le acusa de delitos de odio, a lo inconcebible que le parece
al Washington Post que en la España europea entre gente en la cárcel por
cantar, y todo ese largo rosario de medidas coercitivas y represoras hacia
determinados colectivos, que no encuentran el mismo trato que otros con los que
las autoridades acostumbran a ser más
laxos y permisivos. No perdamos los papeles. Mi ánimo hoy ronda los mismos
parajes desolados de tantos y tantos catalanes con los que comparto pena como emoción
entonando Els Segadors. Yo no sé, ni voy a entrar a valorar ahora sí, tal como afirmó Beatriz
Talegón, Alemania era un destino contemplado por Puigdemont para poner a prueba
el sistema de garantías alemán, en teoría tan escrupuloso o más que el belga en
temas de extradición, porque hasta que el juez de guardia al que le toque el
marrón se pronuncie en primera instancia, bien enviándolo a prisión o tomando
alguna medida cautelar que permita el President continuar el libertad, no lo sabe nadie. Los de
Moncloa y toda la caterva enardecida que los secunda andan como de jolgorio y
buscan, en las excelentes relaciones que dicen que hay entre Rajoy y Frau
Merkel, contenta porque España ha cumplido al fin con el límite de déficit a
costa de dejarnos el hambre y llevarse nuestro pan, para aventurarse a decir
que en poco más de una semana lo tienen aquí entre barrotes y disponible para
el garrote vil. La crispación entre la ciudadanía es un hecho, que trajo como primera
consecuencia los enfrentamientos de ayer en las principales ciudades de Catalunya
y esta misma mañana nuevos cortes de transito, como anticipo de las próximas movilizaciones.
No solo tenemos el derecho a movilizarnos, tenemos el deber de hacerlo porque
han pisoteado repetidamente nuestros derechos como votantes, no les da la gana aceptar
el resultado después de haber convocado una elecciones que han perdido
estrepitosamente, dándoles la ciudadanía la mayoría absoluta a la voz de la razón
ante la razón de la fuerza.
Ahora lo prioritario es no perder esa razón. Que se
concentren los esfuerzos no solo en protestar, sino que se empiece a trabajar
de una vez para recuperar el gobierno y las instituciones. Esto es vital. El señor
Puigdemont ni está solo ni le va a faltar la mejor de las defensas, sobre todo
si la justicia alemana valora entregar a Puigdemont a un juez que ha
prevaricado y que ha motivado al Comité de derechos Humanos de la ONU el toque
de atención para que sean respetados los derechos políticos de Jordi Sánchez
por parte de la justicia española. Pero como digo, lo vital es recuperar el
gobierno. Que se sienten ante una mesa Esquerra Republicana, PDeCAT, la CUP y
los Comunes, la suma es bien sencilla: si se pusieran todos de acuerdo en lo básico
como elegir un presidente que nos saque del marasmo, llegarían a sumar 82
diputados de los 70 que se necesitan para la mayoría absoluta. Pero este tipo
de acuerdo me parece inviable. La CUP se ha ofrecido a entrar en la Mesa del
Parlament para votar un nuevo candidato-a, (cosa que no necesitan en el
supuesto de que quieran votar de verdad que sí al nuevo President o Presidenta,
que nada ni nadie les obliga a ello a cambio de sus 4 votos por lo que, si lo
proponen bajo esa condición, es a cambio de que salga de la Mesa un miembro de
otro grupo), porque en el fondo no quieren que los comunes se le coman la
tostada porque los de Xavier Domenech no son independentistas ni van a aceptar
implementar un república aunque sea mediante la desobediencia. Es, así mismo, a
través de esa desobediencia, que estarán encantados y encantadas los de la CUP
votando a Puigdemont President de forma telemática, delegada o mediante señales
de humo. Pasando de la justicia española que ni puede ni debe interferir en el
poder ejecutivo, como reza la misma teoría a la inversa. Debemos manifestarnos,
como decía, y debemos hacerlo en masa no ya solo como catarsis de este agobio
inaguantable y/o el derecho a hacerlo, sino también para vigilar a aquellos
incendiarios de contenedores, a los violentos que no porque lleven una estelada
son de la causa y bien pueden ser de la causa contraria; y aunque fuere de la
propia, hay que evitar la foto de portada que no beneficia en nada a los
encarcelados ni a nadie que no sean “Los Otros”, sin Nicole Kidman, que dice la
mujer que pasa de esos fantasmas. Hay que tener claro que los violentos no
defienden la causa, solo ponen palos en las ruedas y nos hacen quedar a todos
por lo que no somos, como hemos demostrado siempre. En la justicia alemana como
ya sabréis no existe la figura penal de la Rebelion, lo que más se le parece es
el delito de Alta Traición, que solo es aplicable en aquellos casos en los que
se quiera revertir el orden constitucional mediante la violencia o bajo amenaza
de violencia, delito que tiene una pena mínima de 10 años y una máxima de
cadena perpetua (25 años). Imaginaos el flaco favor que le íbamos a hacer a
Puigdemont si debe presentarse ante la justicia alemana, mientras aquí nos
dedicamos a quemar y romper cosas, herir policías, etc. Hay por tanto que minimizar
daños y demostrar que eso del seny es muy nuestro, tanto como la sardana, Els Castellers
y el pa amb tomaquet. Claro que contemplo, y no sabéis como me alegraría, que
la justicia alemana después de estudiarse bien toda la información que
requiera, no encuentre indicios para acusar a Puigemont de su equivalante a la Rebelión,
sería todo un revés en los hocicos para esa teoría conspiranoica del juez
Llarena que lo dejaría a los pies de los caballos. Pero seamos cautos, que eso
tiene su proceso, no se va a resolver ni hoy ni mañana ni la semana que viene,
porque Puigdemont quiere que revisen a fondo su caso antes de que se pronuncie
y va a agotar todas las instancias posibles. Si ellos tienen el colegeo de Rajoy
con la Merkel, nosotros tenemos la llamada al orden del Comité de Derechos
Humanos de la ONU por el tema Jordi Sánchez, que no es ninguna conjetura sino un
documento oficial.
A más ver
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