Notamos el odio. Lo percibimos, lo contrastamos, lo
corroboramos y eso nos da más brío, más fuerza, más convicción. Yo podría esconderme
en el regazo de una pretendida imparcialidad; pero no soy imparcial, formo
parte del relato y una parte que a un buen numero de los que me leéis no os
gusta, ni tiene por qué gustaros, evidentemente, entre otras cosas porque yo no
hago las cosas para gustar ni disgustar a los demás, sino porque me parecen
correctas. Me parece correcto, por ejemplo, que si yo vivo en un pretendido país
democrático y en un, más pomposo que efectivo, estado de derecho, la ciudadanía
tenga precisamente el derecho de expresar sus opiniones a través de las urnas
sobre CUALQUIER tema que le concierna de forma personal y como miembro de un
colectivo o comunidad. Es el abc de la democracia. Muchos, la inmensa mayoría,
cuando se ponen a opinar sobre el conflicto catalán olvidan algo fundamental: el
tiempo. Y con tiempo me refiero a los años que hace que buena parte de la
sociedad catalana viene quejándose de lo mismo: del ataque y derogación de
nuestro Estatut por parte de Rajoy y sus primos de Zumosol del TC, por un
puñado de votos. Y salimos a la calle y lo expresamos pacíficamente cada 11-S,
desde la primera manifestación reivindicativa en el año 2.010; lo único que
hemos tenido a cambio ha sido la callada y el menosprecio del gobierno de Moncloa
por respuesta. No somos niños, sabemos perfectamente cómo funciona el poder en
este país y en manos de quien está; como sabemos, hemos visto, vemos y seguiremos
viendo como ese poder se salta a la torera la democracia y la voluntad popular.
Tienen lo que precisan: el control de las instituciones y, entre estas, unas
fundamentales como son la fiscalía y la judicatura, con unos jueces y fiscales
nombrados a dedo por las formaciones políticas y no precisamente de forma
gratuita, sino como favor a devolver llegado el caso, por cuestiones de
afinidad ideológica de jueces y fiscales y/o estratégicas de los partidos. Esto
no es que sea algo que yo, personalmente, quiera haceros creer por conveniencia
sin una base que lo sustente. El último informe GRECO le ha dicho y reiterado al
gobierno que debe modificar el sistema de elección de los jueces, entre otras
cosas, como medida imprescindible en la lucha contra la corrupción política,
algo que evidentemente el gobierno de Rajoy se ha pasado por el arco del
triunfo, desde el año 2.013 que fue advertido por primera vez por la Comisión
Europea. Oxímoron. Colar en la misma frase PP y democracia es todo un oxímoron,
un contrasentido en sí mismo, porque nadie como el PP abandera el estandarte
del cinismo y la hipocresía más zaparrastrosa y desvergonzada, proclamando a
los cuatro vientos su falsa colaboración con la justicia por un lado, pero por
otro rompiendo disco duros y negándole al juez la documentación requerida,
hasta el punto de que tuvo que personarse la policía en la sede del partido
para buscarla. Y esto tampoco es una interpretación política mía interesada de
parte: son los hechos, indiscutibles e irrefutables, que todos hemos visto y oído
en todos los medios de comunicación. Y os da igual. No te digo a ti,
personalmente, que puedes detestar al PP tanto o más que yo, sino al conjunto
de españoles que han vuelto a votar repetidamente a esa banda de delincuentes.
Yo soy republicano. Quien debería representarme y defender
mis derechos y reivindicaciones como republicano, pongamos por caso el P$OE, no
solo nunca lo ha hecho a lo largo de estos últimos 40 años, sino que los
dirigentes de ese partido han renegado públicamente del republicanismo y dicen
sentirse muy cómodos con esta monarquía, traicionando así a una buena parte de
su potencial electorado, tal y como los socialistas han ido traicionando a sus
votantes una y otra vez por diversos motivos; y no lo digo yo: lo dicen sus
propios resultados electorales que los han llevado a su actual irrelevancia política.
Yo no soy ni más moralista ni más ético que nadie; pero no puedo entender como
un ciudadano que se diga demócrata, pueda volver a votar al P$OE después de lo
del GAL, por ejemplo, como al PP después de lo de la playa de El Tarajal. Yo no
voto a criminales de estado que, además y para más inri, han demostrado ser una
pandilla de corruptos que han vivido de la barra libre de una democracia
confeccionada y tutelada por el tardo franquismo, con el objetivo de poder
medrar todo lo posible teniéndolo todo controlado. Es lo que han estado haciendo
tanto PP como P$OE a lo largo de los últimos 40 años, en los que se han
repartido el suculento pastel entre los dos. Tampoco podemos ser tan ingenuos como
para engañarnos: si estamos como estamos hoy, es básicamente por culpa de ambos
partidos, únicos que han gobernado este país hasta ahora y que defienden como
gato panza arriba que así debe continuar la cosa, evidentemente. ¿Por qué perder
ese chollo, verdad? Toda esta… basura, como es natural, está refrendada por una
monarquía a la que yo no he podido votar. Y por querer votar, me llamáis hasta
nazi sin saber, evidentemente, muy bien lo que decís al hacerlo. Tan solo transmitís
odio y rencor en cada una de las letras. Indiscutiblemente que no os lo compro:
por mí, podéis odiarme todo lo que queráis, no es algo que me afecte personalmente
ni poco ni mucho; aunque en términos globales lo que me causa es pena ver como
hay tanta gente tan fácilmente influenciable y manipulable. Pero una de
nuestras constantes históricas es ese atávico analfabetismo político del
populacho, ataviado en muchos casos de un irresponsable pasotismo que han
propiciado el actual estado de las cosas, de modo y manera que la actual clase política
deriva y es reflejo, en buena medida, de la sociedad que la vota.
No hay mayor traidor a la democracia y a este país que el
P$OE. La derecha solo ha engañado a quien se ha dejado engañar; pero han hecho
bien su trabajo, sin duda, sin ocultarlo ni arrepentirse: sin complejos. Sin complejos han robado y saqueado al país cuanto,
cómo y cuando han querido, han comprado voluntades de jueces y fiscales que los
amparasen en sus fechorías, han defendido los intereses bastardos de las élites que los subvencionan y han pisoteado los derechos de la ciudadanía, si ha hecho
falta para anteponer esos intereses a los del resto de españoles. Hoy, en este país,
hay gente con miedo a dibujar, a cantar, a componer, a escribir, a representar,
ha hacer de cómico, a llevar algo amarillo, con miedo a ser mujer, a ser pensionista,
a ser parado, a enfermar y ser dependiente, a ser un ser, un ciudadano o
ciudadana con la ufana pretensión de tener, por y con esa ciudadanía, unos derechos como el de la libertad de expresión,
de opinión, el derecho a expresarse en unas urnas en un país supuesta y teóricamente
democrático; aunque bastante fachilla en el fondo como venimos padeciendo,
entre otras cosas por la felonía y deserción llevada a cabo por los
socialistas.
Pero todos tranquilos; aun se puede hacer peor, sobre todo por
parte de quienes viven dejándose llevar por los cantos de sirena de la ultra
derecha, que ha encontrado en Rivera y los suyos el representante perfecto para
defender e imponer sus postulados políticos y sociales. Tal como si hubiera
ganado las elecciones en Francia la fascista de la Le Pen, la ultra derecha
española se acerca peligrosamente a Moncloa, impulsada por la antigua derecha
desgastada en parte por su propia corrupción y una izquierda traidora, que no
tiene ni puñetera idea ni por lo visto ganas de tenerla, de qué ofrecerle a la ciudadanía
como alternativa, porque han perdido, también y por méritos propios, el derecho
a la credibilidad como alternativa por un lado, y por otro porque para postularse
como alternativa debería enfrentarse al establishment abiertamente, les falta
valor y vergüenza y les sobra complicidades con esa derecha podrida de
corruptos, llena de desfasados, nostálgicos, racistas, misóginos, hipócritas y
excluyentes, que hacen de la bronca y la confrontación entre nosotros su modus
vivendi y su razón de ser.
A más ver
No hay comentarios:
Publicar un comentario