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martes, 8 de mayo de 2018

EL PACTO DE LAS RATAS (4ª Parte)




Algunas personas con más buena fe que información, se escandalizan cuando se habla de la praxis mafiosa del gobierno, el español en este caso que nos afecta, a pesar de que les pongas delante la ingente cantidad de pruebas que así lo demuestran. No se trata de que uno tenga la intención de quitarle los sueños a nadie, como los de esos idealistas y soñadores que creen, de verdad, vivir en un estado de derecho y demás composiciones poéticas, que siempre suenan bien pero que no encaja en la realidad de las cosas que nos pasan, como por ejemplo que tengamos a un partido político en el gobierno de la nación que es acusado junto a sus cargos electos, literalmente por jueces que juzgan sus múltiples delitos, de pertenencia a organización criminal. Pero para llegar a este estadio de suma degeneración moral de nuestra clase política, previamente ha habido un serie de condicionantes que lo han facilitado, que lo han hecho posible, entre ellas la pusilanimidad social y el analfabetismo político de la sociedad. Con la llegada de las nuevas tecnologías la cosa parece haber cambiado en ese sentido, y ahora la gente habla más de política, se implica, se asocia y se compromete convocándose entre ellas a salir a la calle a concentrarse o manifestarse espontáneamente, lo que está mucho mejor sobre todo si se es consciente de que hay que perseverar en la lucha para obtener resultados. Resulta realmente imposible condensar en un post todas las circunstancias que han hecho posible, por ejemplo, que el PP sea a día de hoy el partido más corrupto de Europa. Como igualmente es imposible tratar de resumir en un post el proceso de transformación que ha sufrido el P$OE o la ingente cantidad de veces que han traicionado a su electorado, que lo ha conducido a su decadencia primero y su irrelevancia política actual, después. Necesitaríamos, además, de toda una enciclopedia para relatar las complicidades, connivencias, pactos y alianzas que tanto PP como P$OE han llevado a cabo durante 40 años, para mantener a toda costa la apariencia de país democrático; aunque siempre bajo la tutela de los poderes fácticos emanados y forjados durante la dictadura.
                                                                                 


Ayer Jordi Pujol reapareció en un acto público. Jordi Pujol. Uno de los padrinos de esa mafia formados en el tardo franquismo, que hizo de Catalunya su territorio en el que, para hacer negocios, había que pagar una cuota a la familia…y como bien sabéis ese canon, ese peaje, llámesele como se quiera llamar, no era un hecho que desconocieran las más altas esferas del poder, incluidos el rey, Felipe, Aznar… que los convierte en cómplices y consentidores debido a que todos ellos perseguían en el fondo más o menos lo mismo: su propio enriquecimiento. Ayer, una serie de amigos de Pujol, en un acto público rendían homenaje a la figura de este como presidente; y aun tuvo uno que escuchar de ese chorizo lo que tenía que hacer la sociedad catalana; lo que yo debo hacer como catalán, como si a uno le importara ni poco mucho lo que diga semejante delincuente, acerca de lo que tenemos que hacer o dejar de hacer los catalanes. Devuelve hasta el último céntimo y tira de la manta igualmente, para empezar a ser escuchado. Si hay un hecho que demuestre de forma más palmaria y meridiana el fraude de democracia y de sistema judicial que padecemos, es el que este personaje aun siga libre y encima se atreva a decir a los demás lo que los demás debemos hacer. Como bien sabréis amenazó en su día con tirar de la manta si las imputaciones llegaban “demasiado lejos”, único motivo por el que, ahora mismo, se me ocurre que ha evitado su ingreso, o el de su esposa, en prisión, sobre todo si nos atenemos a las prisas que tiene algún que otro juez para enviar a prisión a otros supuestos malversadores de caudales públicos, como es el caso del juez Llarena con los independentistas catalanes. Por lo tanto lo que pretende ni más ni menos es que su silencio se traduzca en impunidad a la espera de la prescripción de sus maldades, y mucha y poderosa debe ser la información que posea para que, hasta ahora, se le haya molestado lo escrupulosamente imprescindible, una vez destapado el caso del 3% y demás chanchullos y triquiñuelas suyas, de su beatifica esposa y de algunos de sus hijos. No podemos especular sobre lo que pueda saber o dejar de saber semejante individuo, pero lo que sí parece claro es que, lo que sepa, apunta hacia arriba, hacia lo más alto. Claro que, de lo más arriba, ya sabemos todos, o al menos aquellos que quieran saberlo, cómo ha pasado de ser un principito que llegó, como quien dice, con una mano delante y otra detrás, sin dinero ni patrimonio, a convertirse en el multimillonario retirado y súper protegido que es hoy; de hecho es, junto a su hijo, la persona más protegida del país: entre otras, el emérito se ha forrado gracias a la comisión que ha estado cobrando de cada barril de petróleo que Arabia Saudí nos ha vendido con él en el trono, como las comisiones que igualmente ha cobrado, todo naturalmente libre de impuestos, de los empresarios que han hecho negocios tanto dentro, en España, como al albur de esos viajes al extranjero, con esas delegaciones de empresarios que se aprovechaban todos ellos del sello real. Uno de los ejemplos más cristalinos a la hora de usar con intereses bastardos el sello y nombre de la familia real, fue el negocio que se monto la hija con su amadísimo Urdangarín y cuyo final todos sabemos: él aun en la calle y ella absuelta de toda culpa, a pesar de ser señalada por el juez instructor como cómplice necesaria y plenamente consciente y sabedora de los tejemanejes de su marido, demostrando que el único personaje que era inviolable por la ley, no solo era su padre, que para eso hay fiscales que actúan de abogados en un momento dado, como hay jueces que actúan de fiscales en este país dependiendo de los intereses del estado. No sé si debe al interés del estado, pero pregúntate porque el CIS lleva 3 años sin preguntar en sus encuestas por la casa o la familia real.   

La casa real, los cuarteles, el antes CESID y ahora CNI, la Conferencia Episcopal, la banca, la fiscalía general, algunas asociaciones de jueces, las sedes del PP y del P$OE y los consejos de administración de algunas empresas, constituyen el nudo georgiano de la mafia casposa que instauró el llamado régimen del 78, como una democracia de cartón piedra a la que hora se le ven los jirones, los sietes y los rotos. Como quiera que fuese que la corrupción es sistémica, la política de engañabobos del gobierno es de lo más simple: decir que sí, que se lucha contra la corrupción a pesar de que los hechos demuestran lo contrario, tanto a nivel de consumo interno como externo, tal y como señalábamos ayer en el anterior post, que se desprende del informe GRECO de la comisión europea que incumple, sistemáticamente y a rajatabla, el gobierno de Rajoy en la lucha contra la corrupción. La cosa, lo prioritario y lo verdaderamente importante, es preservar ese modus vivendi, esas redes clientelares construida a lo largo de los años, esos amiguitos del alma a los que querer un huevo y, si hace falta, hasta dos. ¿Quién ha dicho que no nos merecemos lo que nos pasa? Por supuesto que nos lo merecemos. ¿Quién los ha votado si no, una y otra y otra vez, a pesar de saber lo que sabíamos? El problema es que se nos olvidan demasiado rápido las cosas, que somos demasiado indulgentes, cuando no pusilánimes; o bien que nos importan un pimiento las injusticias, los valores morales ni nada que no nos afecte directa y personalmente a nosotros y/o nuestro bolsillo. Y claro, ante este panorama, se crecen, se vienen arriba los corruptos y mienten descaradamente y a sabiendas de que mienten, porque no les va a pasar nada, no les vamos a exigir responsabilidades políticas por mentirnos, valiente fruslería ¿verdad? ¿Qué importa una mentira más o menos? De hecho, damos por hecho como algo de lo más natural que un político mienta, como si formara parte del dobladillo de sus trajes o el dibujo de sus corbatas: mentirnos forma parte de su imagen. Tienen hasta estandarizadas las justificaciones cuando a un político se le reprocha prometer tal cosa en campaña, llámala equis, y hacer lo contrario: “…no hice lo que prometí, pero hice lo que debía hacer”, te dicen, como sacado del manual del político español contemporáneo. Y a otra cosa, mariposa.
                                                                               

A más ver 

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