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sábado, 25 de agosto de 2018

HISTORIAS E HISTERIAS


Bueno pues nada, mientras me termino de despertar, me entero de que la nueva tendencia en las redes es buscarse una cicatriz en el dedo índice de la mano izquierda, fruto de una nueva aventura, muy intelectual, de algún ruso que en vez de combatir a Putin y la dictadura de la новый советский век (nueva era soviética) se dedica a teorizar sobre contubernios alienígenas o vaya usted a saber qué. Y sí: yo también tengo una pequeña cicatriz en el dedo índice de la mano izquierda, y hasta recuerdo perfectamente cuando y como me la hice: trabajando en mis años mozos en una cocina cortando zanahorias, hete aquí el misterio. Lo que ya me carga a estas alturas de la canícula (y ahora qué le pasa a Calígula, hombre…), es la cosa esta de la canción del verano: “¿Dónde estará mi Paco?” que se preguntan cantando sin cesar el facherío más rancio y cavernícola del país. Os confieso que, en un principio, mi opción era que lo tirasen al agua en alta mar tal como dicen los yankees que hicieron con los restos de Bin Laden, para evitar crear un centro de culto y peregrinaje que en este caso sustituyera al Valle de los Caídos por la catedral de La Almudena, que suena con mucha fuerza como destino final de los restos del dictador fascista. Pero…pobres peces ¿no? Si les da por hincarles los dientes se iban a morir contaminados por los productos químicos que mantiene el cuerpo embalsamado. Pero la iglesia dice que es que oigan, como católico bautizado que es, debe recibir cristiana sepultura; y la Carmen Calvo ya se a apresurado a declarar, para que no se les enfaden mucho, que recibirá un entierro “digno”, el muy indigno traidor, golpista y criminal fascista. Aunque bien mirado mejor que nos hayamos pasado las tertulias hablando de estas cosas, que quejándonos por las hectáreas de bosque quemado, que este verano, toquemos madera, parece ser que han descendido entre otras cosas por el mes de agosto tan “movidito” que estamos teniendo en algunas latitudes de la península. Lo que no deja de aumentar, lamentablemente, es el numero de victimas femeninas por violencia de género, que este año ya ronda la treintena, llegándose a contabilizar un total de 947 desde el 1 de enero del 2.003, que es desde cuando se empezaron a contabilizar como tales. Esa cifra, como vemos, en un espacio de 15 años. La ETA asesinó a 856 personas según Interior, 858 según la asociación COVITE y 849 según el gobierno vasco; en 38 años de atentados. En todo caso un numero inferior que el que ya llevamos de mujeres asesinadas por sus parejas en mucho menos tiempo. ¿Y han destinado los gobiernos del PP$OE durante estos 15 años semejante cantidad de medios y de presupuesto, para combatir esta lacra social, que los medios y presupuestos que destinaban a combatir a ETA?: No, obviamente que no.
                                                               

No quisiera que se me malinterpretara por lo que voy a decir, porque el hecho de estar puntualmente de acuerdo en un tema muy concreto con un fascista como el actual presidente italiano, no me convierte a mí también en fascista. Vivimos en una sociedad de las denominadas modernas, con toda suerte de ventajas, comodidades y de infraestructuras puestas a nuestro servicio para nuestra mayor comodidad. Eso, querámoslo o no, es caro, tiene su precio y hay que pagarlo. Cuando lo que se impone en la vieja Europa para combatir a la crisis es la filosofía de la austeridad a cualquier precio, contrariamente a como la han combatido en otros lares que gozan hoy de una mayor salud y prosperidad económica que nosotros, que aún seguimos de recorte en recorte y tiro porque me toca, pueden pasar cosas como que determinadas infraestructuras lleguen al colapso y se vengan abajo, como hemos visto recientemente en el puente de Génova. Y ahí es donde convergemos el presidente italiano y un servidor, porque las políticas de austeridad en ningún caso pueden tener como consecuencia poner en peligro a la población. Se quejaba amargamente el presidente italiano porque Bruselas-Berlín no le permiten descuidar su techo de gasto, lo que tiene como consecuencia que el estado italiano no pueda hacerse cargo de inmediato de las obras de rehabilitación del puente derruido, que deba además indemnizar a la empresa concesionaria si es que finalmente le quita la concesión de ese puente, y no pueda darle una salida digna al problema de vivienda para miles de personas que lleva aparejado el desastre de Génova. El techo de gasto. Ese mismo techo de gasto que a Rajoy en ningún momento se le ocurrió traspasar, retirando y recortando partidas presupuestarias tan imprescindibles como las de ayuda a las personas dependientes, destinadas a combatir la malnutrición infantil o destinadas a proteger a las victimas de violencia de género, dotando a las comunidades de unos recursos y unos medios económicos que hoy, ni de hecho nunca con Rajoy, han tenido para afrontar este asunto con la mayor dignidad posible para esas víctimas. Víctimas, recordémoslo, que lo son en muchos casos porque son doblemente víctimas: víctimas de haberse emparejado con unos miserables criminales y víctimas de la dependencia que padecen de ellos. Es cierto que, por lo que parece ser, Podemos esta obligando al P$OE a romper, aunque tímidamente y casi que sin querer hacer mucho ruido, con esa filosofía de la austeridad a cualquier precio, y ya parece que han llegado a un acuerdo para saltarse el techo de gasto de cara a poder hacer frente, entre otras cosas, al pago de las pensiones sin tener que recurrir a artimañas de trileros pidiendo créditos a Hacienda después, eso sí, de haber saqueado la llamada hucha de las pensiones para pagar los destrozos de las fiestas y orgías financieras de sus amigos banqueros, que un día se vieron con libertad total para llenar el mercado con productos tóxicos y operaciones financieras, que tenía como base el fraude y el engaño masivo, sobre todo a personas con poca preparación e instrucción económica.

Vivir esta vida que llevamos tiene un coste, un precio económico que no podemos obviar sin que tenga consecuencias. Es un hecho que la austeridad, como hemos visto y vemos cada día, mata. Y mata a gente que se muere de verdad; aunque para algunos, como solo lo ven por la tele, parece que no sean tan real ni tan verdad, sino que sea la enésima entrega de una peli de James Bond, en la que hay muchas catástrofes y la chica mala siempre muere, porque es la mala, claro. Sea como sea y aunque reciba una reprimenda el Sánchez desde Bruselas, esas tímidas medidas anti austeridad son insuficientes a todas luces, porque y entre consideraciones, para hacer creíble que este es un gobierno que cree y apuesta por la igualdad de género, no basta con llenar el consejo de ministros con ministras, cosa que queda muy bien para las fotos y reportajes informativos, sino que tiene que darle respuesta a los problemas más acuciantes para las mujeres hoy en día, como es ese de la violencia de género y sus consecuencias, o como lo es el de la igualdad salarial entre hombres y mujeres. A las mujeres que sufren de esa violencia hay que ofrecerles un abanico de salidas y alternativas, unos recursos para los que no se destinan precisamente, recursos ni económicos ni estructurales, como pisos de acogida, alternativas laborales o ayudas económicas, apoyo psicosocial en toda regla, que es lo que brilla por su ausencia y lo que mantiene calladas y soportando lo insoportable a tantas víctimas, a la espera del día fatídico en que todos nos volvamos a lamentar de otra nueva vida apagada, entre otras cosas porque como tenemos un techo de gasto, una línea insuperable, una raya que si la traspasas va a parecer que nos caemos todos por un precipicio de aquellos del cañón del Colorado, por lo menos, pues mira tú: que aguanten como puedan ¿no? Con que frivolidad, con que cinismo, con que insensibilidad social veo a menudo a tantos y tantos tertulianos y creadores de opinión de la derecha cavernícola aplaudir y ensalzar las magnificencias de la estabilidad económica, de la austeridad, del recorte a cualquier precio cuando se ponen a navegar en las autocomplacencias de las cifras macroeconómicas, sin reparar ni poco ni mucho en que al final de la cadena de esas cifras lo que hay son personas que las padecen, en muchos casos pagando con sus vidas. Malditos bastardos. (•̪̀●́)
                                                                   

A más ver

                  

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