Veo, leo, escucho,
intento entender y comprender a los habitantes de este país llamado España y…caigo
en un sopor, en un aburrimiento, en un estadio de atolondramiento tal, que
amenaza con desactivarme y convertirme en otro elemento más decorativo, inerte
e insustancial, sin vida, llamado español. Aquello de la furia española no era
más que propaganda, hombre o, en su defecto, solo aplicable al fútbol, porque después el españolito medio y el de abajo, nada de nada, ni chicha ni limoná, que se dice
o como definieron perfectamente Jarcha en aquella canción sobre la libertad sin
ira:”…pero yo solo he visto gente/ muy obediente/ hasta en la cama…” con el
añadido de la excusa perfecta de que, a estas aturas del año, la peña ya anda
más ocupada y preocupada de sus sacrosantas vacaciones y no está por mucho más.
Y si no ya se encargan los informativos de enseñarnos a todas horas sobre a
donde debe ir el rebaño, para rellenar gozosa y alegremente hasta atestar las
playas de nuestro paraíso imperial vacacional. Si yo os pregunto sobre Tehodore
Kaczynski , también conocido como Unabomber, me pregunto cuántos o cuantas de
vosotros sabéis algo de él. Yo hay veces cuando estoy parado con el coche en un
semáforo en rojo, por ejemplo, sobre todo en carreteras comarcales donde ves que no se
acerca ni un coche en kilómetros, lo que tu sentido interpreta y te impele a saltártelo
y seguir tu camino, me acuerdo de él. Esa simple escena que habéis podido
visualizar a través de mis letras, es un ejemplo paradigmático de hasta dónde
llega nuestro proceso de esclavitud y sumisión social como rebaño: un paraje semidesértico,
una carretera comarcal, tú y tu coche, solos y parados ante ese semáforo, sin
coches en lontananza que den sentido a tu parada. Y te paras y ahí permaneces
parado hasta que el semáforo te dice que te puedes mover. ¿En cuántos y cuantos
trabajos lo que se le dice a la gente es poco menos que tu siéntate ahí, haz lo
que te digo y como te lo digo; y no se te ocurra hacerlo de otra manera, porque
te lo digo yo y punto? Y lo haces. Y a hacer puñetas tu creatividad, tus
posibilidades de enmendar o poder mejorar algo, porque tienes que hacer lo que
te han dicho, y eso es lo que haces. Al final lo que te delata como victima de
ese sistema es aquello del: ¿y para que me voy a comer el coco? Cojamos, por
ejemplo, el primer párrafo del llamado Manifiesto Unabomber, que reza así:
“La Revolución
Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Ha
aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos de nosotros que
vivimos en países “avanzados”, pero ha desestabilizado la sociedad, ha hecho la
vida imposible, ha sometido a los seres humanos a indignidades, ha conducido a
extender el sufrimiento psicológico (en el tercer mundo también el sufrimiento
físico) y ha infligido un daño severo en el mundo natural. El continuo
desarrollo de la tecnología empeorará la situación. Ciertamente someterá a los
seres humanos a grandes indignidades e infligirá gran daño en el mundo natural,
probablemente conducirá a un gran colapso social y al sufrimiento psicológico,
y puede que conduzca al incremento del sufrimiento físico incluso en países “avanzados”.
Y ciertamente es difícil
no estar de acuerdo en el fondo que subyace del enunciado: aquellos avances que
propiciaron la revolución industrial y que nos dieron la sensación de libertad
y de bienestar, como contrapartida nos ha convertido en esclavos de esos bienes
de consumo y, por consiguiente, nuestro sufrimiento radica en no poder disponer
de ellos sin un trabajo que nos lo pueda proporcionar, ergo nos hemos
convertido en esclavos del lado perverso de ese sistema, que nos obliga a tener
un trabajo, cualquier trabajo; aunque este comporte un sinfín de indignidades,
con tal de poder permanecer disfrutando de esos bienes de consumo que nos hacen
aparentemente libres y felices, con tal de poder permanecer siendo un tornillo,
una tuerca, una pieza mecánica más del conjunto y no ser unos asociales.
Podemos decir y de hecho decimos después que la felicidad radica en disfrutar
de los pequeños placeres de la vida. Sí. Es posible porque yo también lo he
probado. Pero tú como individuo te cuestionas si llevas una vida plena sin ese
poder desarrollar toda tu capacidad evolutiva como ser pensante y racional,
porque esta sociedad no te pide que hagas eso a cambio de proporcionarte esos
bienes materiales, sino que te sientes y hagas lo que se te dice, y punto. ¿Cómo
no va a ser aparentemente sencillo para los medios de comunicación, que han
devenido en un elemento crucial para el atontamiento de las masas, conducir al
rebaño hacia el lado conveniente cuando conviene, determinando que es lo que se
lleva ahora, que mal está el trabajo, lo que aguanta la gente por una nomina
indigna a fin de mes (¿cómo no vas a aguantar tú también, sin ponerte en peligro?) si llegas al mes, y/o quienes son los enemigos que pueden
poner en peligro tu esplendido sistema de vida? Y claro: te paras ante ese semáforo
en rojo, como te tragas la última moda en móviles, en pantalones rotos, en coches que van solos, y te tragas quiénes son tus
amigos y quienes tus enemigos, porque es indudable que, para que haya un lado,
el de los buenos, debe haber el de los malos, que te harán odiar contándote de
ellos toda suerte de atrocidades, aunque haya que inventarlas, porque lo que
hay que fortalecer es tu deseo de pertenencia al lado que te dicen que es el de
los buenos, el tuyo, como ocurre a la inversa con el enemigo, que también pueden
creerse el de los buenos y resultar, por lo tanto, que tú estás en el de los
malos para ellos. ¿Y si no hubiera un lado de buenos y otro de malos, sino solo
uno: el de los corderos? Todos podemos armarnos de poderosas razones para
fortalecer nuestra convicción de que nuestro lado es el de los buenos, claro
que sí. ¿Sino cómo íbamos a soportarnos a nosotros mismos? No podemos pasarnos
la vida cuestionándonoslo todo, como no podemos acabar como el señor Tehodore
Kaczynski, con ocho cadenas perpetuas por cumplir en la cárcel de ADX Florence,
prisión de máxima seguridad del estado de Colorado, en régimen de aislamiento
total. Con tanto neoludismo se le fue algo la olla, pero nos dejó algunas
reflexiones interesantes sobre las que discernir un poco, como otras en las que
uno no puede estar de acuerdo por principios. Para ahorraros la visita al
buscador, el neoludismo es una corriente filosófica que se opone al desarrollo tecnológico.
Porque el señor Ted Kaczynski era un filosofo, además un matemático brillante
que presento una tesis que tuvo mucho éxito en ciertos ambientes, siendo
presentada como la mejor tesis de la universidad de Michigan de aquel año. Su tesis
doctoral se titulaba "Boundary Functions" (Funciones en la Frontera)
y con ésta resolvía, en menos de un año, un problema matemático que uno de sus
profesores en Michigan no fue capaz de resolver jamás, George Piranian,
quien más tarde realizó unos comentarios sobre Kaczynski en los que decía que,
"No es suficiente decir que era listo”. Una mente brillante. Lástima que,
como digo, se le fue la olla, le diagnosticaron una esquizofrenia paranoide y
acabó convirtiéndose en un terrorista que enviaba cartas y paquetes bombas a
determinadas personas, universidades y líneas aéreas para, según él, “despertarlos”.
Y tú, ¿necesitas “despertar”?
A más ver
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