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domingo, 17 de junio de 2018

EN CONSTRUCCIÓN






Si el tipo en cuestión, llámalo equis, utiliza la ingeniería financiera para intentar “ahorrarse” unos miles de euros, lo pillan y le imponen una sanción administrativa por una falta leve contra la Hacienda Pública, es un tal y un cual, debería darle vergüenza, es otro frescales más, que lo empapelen, que lo echen, que dimita y que se vaya a pegarle pedos a un lata, los pinte de verde y las meta en un paquete para enviarle al Urdangarin al talego, etc.; si el tipo nos estafa millones, le pilla Hacienda y llegan a un acuerdo para no ir a juicio y es condenado a dos años de prisión y al pago de casi 20 millones de euros, el tipo en cuestión es poco menos que dios, el mejor del mundo, dicen algunos, un crack, un fiera, algo extraordinario, descomunal, el puto superman, algo nunca visto por el ojo humano, etc. El primero es español, para más señas, el otro extranjero pero, sobre todo, ante todo y por encima de todo, hay una diferencia sustancial: el primero odia el deporte o poco menos y el segundo… le da patadas a una pelota. Ah, claro: y el primero es obligado a dimitir de un cargo público mientras el segundo representa a su país en un evento mundial de primer orden, es idolatrado, aclamado, etc. si quieres ponerle nombres, llámalo España. Son las cosas de Pepe da Rosa; calla, antiguo. Son las cosas de un sitio único en el planeta, faltaba más. ¿Acaso la mejor paella del mundo se come en Suecia, en Tasmania, Singapur, refrescolandia? Se come en España; así que viva España y la madre que nos parió a los españoles. ¿Hace falta decir algo más?; si: hace falta decir que nos merecemos lo que nos roban, y más aún. 
                                                                                  

Yo no he pretendido nunca, ni pretendería, sentar cátedra sobre nada ni dar lecciones a nadie de nada; pero ante la sempiterna constatación de la cantidad de tarados, gilipollas y subnormales que me rodean, me siento a salvo de la quema que produce este sistema de embobamiento global de las masas. Después algunos acomplejados me dirán que si me siento o me creo mejor por ello; cuando la realidad es que lo único que hago es esforzarme un poquito en ser yo mismo e imponerme a mí mismo una pizca de Epicuro. Nunca he pretendido hacer algo por gustar a alguien; salvo cuando hago el ganso para hacer reír a mi esposa, que es otra historia, así que pensar en gustar cuando escribo o no gustar, es algo que ni me lo planteo. Como veo que esto se va a convertir, si no lo remedio, en un post más intimista, metámonos de lleno en intimidades: entre inteligencia o intuición, siempre me he decantado por la intuición. No es infalible tampoco, por muchas variables: puedes estar excesivamente relajado, confiado, descuidado, con las defensas bajadas…y te la cuelan igual que si vas de inteligente. Un ejemplo: ayer descubrí que un personaje de estos que rulan por aquí, que te piden amistad y después de unos intercambios de pareceres te incluye en uno de sus grupos, en realidad lo hacía para usarme de muñequito de feria al que lanzar 4 pelotas gratis total. Me ha utilizado para servir de desahogo a sus amigos del grupo, que me ponían a parir por cualquier cosa, no por criticar o discutir, que lo acepto, sino para insultar y burlarse de uno por escribir. Al final se delató así mismo participando de la feria y eso fue lo que más me dolió; no por mí, sino por él porque probablemente ni siquiera sabe el problema que padece. También me llamó la atención, por otro lado, cuanto odio destilaba una chica joven, veinteañera, que confesaba que no era demócrata, eso tiene mucho merito, y a partir de aquí yo era un tal y un cual. Cosas veredes ¿verdad? Así que ya veis que lo mismo que a algunos de vosotros decís que os sabe a poco, a otros se ve que les revuelven las tripas y, si pudieran, igual hasta te arañaban y te sacaban los ojos. En el fondo claro que me encanta enseñarles que cada uno es cada uno, que en eso consiste la diversidad, y que en la diversidad descansan tanto la libertad de cada cual como la colectiva. Aunque me temo que ellos están más por lo monocolor y el pensamiento único. Son como los mansos de 1984 que no reparan en que lo verdaderamente trascendente es en qué ocupamos nuestro tiempo, porque si no lo ocupas en nacer cada día, lo ocupas en morirte, en construir o destruir, en evolucionar o…abogar, como he leído por ahí en un grupo, apelando a no sé muy bien qué sentido común, a que el barco Acuarios que está atracando en el puerto de Valencia, por devolverlo a alta mar y dejar morir al barco en aguas internacionales, porque esas pocas vidas salvaran muchas más. Después de ese sentido común tan peculiar, el autor se confiesa cristiano, devoto…no creo tanto que sea un problema de racismo, me huele más a miedo porque el miedo hace que la gente se contraiga en vez de expandirse, se cierre en vez de abrirse. Miedo a que la acogida del barco por parte del gobierno español produzca el efecto llamada y nos inunden a partir de ahora barcos y más barcos, además de las sempiternas pateras. Pero es que bueno, digo yo que alguna vez se debía hacer lo correcto y lo correcto en este caso era la acogida, no ya solamente por el hecho de salvar esas vidas, vidas de personas que tan poco importan a tanta gente ya que ese debe ser el motivo principal, sino por cumplir de una puñetera vez con nuestros compromisos internacionales en materia de acogida de refugiados, que para algo se firman, no para pasárselos por el forro como hacia Rajoy. En cualquier caso Pedro ahora se ha armado de la suficiente autoridad moral, que cuando vaya a Europa, más allá del rédito y las simpatías políticas que obtenga, debe recalcarles a nuestros socios europeos que aun nos queda mucha vergüenza a Europa por recuperar, tanta como la que se agolpan en la frontera de Turquía, donde queremos olvidar esos compromisos. Todo esto, empero, no quita que el gobierno tome medidas sobre otra de nuestras verguenzas patrias, de esas de andar por casa, como son los CIES, que no es otra cosa que cárceles en las que encerramos sine die a la gente, cuyo único delito cometido ha sido llegar a España por el camino del pobre, que no es precisamente el de Santiago.
                                                                                 

Dicen que será antes de san Juan la reunión entre Pedro y Torra. Pero Sánchez quiere limitarla a un primer contacto puramente protocolario, diplomático, institucional, en el marco del resto de primeras reuniones con los demás presidentes autonómicos. La otra reunión, la buena por decirlo así, o la política que ya están preparando la ministra Batet y la consejera de Presidencia Elsa Artadi, previsiblemente se produzca en julio, antes de las vacaciones de verano. El próximo viernes 22 se inauguran los Juegos del Mediterráneo en Tarragona y sería una buena ocasión para esa primera ruptura del hielo, además le evitará a Pedro tener que tratar el tema de los presos, porque al juez Llarena le quedan un par de semanas antes de terminar con las diligencias del sumario y entonces el traslado de estos a las prisiones catalanas sí que pasará a ser ya competencia exclusiva, y sin excusas, del ministro de interior Grande Marlasca.  Yo es que si tengo que decir lo que me indica el corazón, este me dice que si yo fuera Quim Torra, no hablaría de nada con el gobierno central hasta que no estén en sus casas los presos. Así de claro. Bueno, de nada, tampoco: podemos hablar de los Juegos del Mediterráneo, o de que el apio te dura más si lo envuelves en papel de aluminio, o de que si agitas un huevo fresco y luego lo hierves, te saldrá un autentico huevo dorado todo él…pero es que yo debo ser un radical y eso de negociar con esa gente de Madrid, con rehenes catalanes en sus cárceles…no me va. Lo que sí me ha ido ha sido la reelección de Jordi Cuixart al frente de Ómnium, y de que hayamos pasado a ser la asociación socio-cultural más grande de Europa por número de afiliados, cercano a los 100.000 seguimos, por tanto, creciendo, para histeria y hernia de algunos. 

Y Altsasu, de 10, como debía ser...
                                                                          

A más ver      



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