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sábado, 30 de junio de 2018

LA PÓCIMA




En la vida hay cosas que no acostumbramos a llevarlas bien. Ni meridianamente bien; he hecho, bastante mal.  A nadie, al menos a nadie que se tenga por persona sensata, le gusta hacer el ridículo ni le gusta reconocer que, pues mira, hombre, es verdad: me han tomado el pelo. En España llevan 40 años tomándole el pelo a la gente, a todos nosotros, desde el primero hasta el último pasando, por supuestísimo, por el que se crea más listo y asegura que no, que a él no. Aquí os dejo, por si os gusta el chafardeo, la lista de Morosos de Hacienda 2.018  https://ep00.epimg.net/descargables/2018/06/28/af86baa9f3075d3bc7d1aac0d148e77c.pdf Entre los personajes que “enamoran” a su público pero se escaquean de sus obligaciones fiscales a través de las empresas que crean para tributar menos, como el caso de Máxim Huerta, vemos a nombres como el de Miguel Bosé o Patricia Conde. A estos dos personajes, por cierto, el vulgo no los tiene por ser unos políticos corruptos, herederos de Paca la Culona, etc. como tampoco lo era el ultimo ministro dimitido, al que habría que exponer en algún museo de rarezas, de anomalías contraculturales o algo así. En fin: que a pesar de que el fisco hace su trabajo la gente, esta gente, sigue a lo suyo: al escaqueo pensando, probablemente, que ellos no van a ser pillados porque son más listos y, en todo caso, seguro que encuentran alguna “excusa” en algún cajón de los desfatachados estos. Oh, sí, claro, que cabeza la mía: también se puede interpretar como que, en el fondo muy hondo, no dejan de ser unos revolucionarios que luchan contra el sistema, que no quieren formar parte del rebaño, que a su manera batallan contra el  establishment, contra el status quo, son los últimos libertarios y esas cosas, ¿verdad? no obstante tendemos a ser malévolos y pensar lo peor, cuando muchas de esas personas y empresas que aparecen en la lista de morosos, no lo son por voluntad propia, sino porque le he ido mal en sus negocios, que es algo que le puede pasar a cualquiera, que acaban en la misma lista de los listos a los que les van tan bien los negocios, que aun quieren que les vaya mejor; a costa de los demás, claro, que para eso dios inventó la palabra democracia.  
                                                                           

Y como uno es un mindundi que no tiene ni nada que ganar que me haga multimillonario ni nada que perder, me puedo permitir decir la verdad de lo que pienso sin temor a nada que pudiera perder por ello, ni vergüenza me queda, fíjate tú. En esa línea de transparencia tengo que haceros una confesión: últimamente lucho contra el “monotema” para que no me atrape irremediablemente y me vea escribiendo folios y más folios sobre el Procés y todos los personajes que intervienen en la trama, digna de ser escrita por un tal Orwell y dirigida en la gran pantalla por un tal Kubrick. Un imposible, obviamente. Aquí, en todo caso, nos tendríamos que limitar a aspirar a un guión de un tal Azcona y la dirección de un tal Berlanga, todo lo más. Geniales ambos, por cierto. Y no es porque no están pasando cosas, que pasan cada día y muchas, sino porque y entre otras razones porque comprendo que os cansa y que a mí se me ve mucho el plumero, cosa que tengo a gala, por cierto, porque si a estas alturas de mi vida tengo que reprimirme el hecho de ser republicano, apaga y vámonos, que se dice. No sé cómo ni qué le explicará esa madre a ese niño de la foto que encabeza este párrafo, que justifique esas lagrimas y esa cara de espanto de la criatura, que se ve rodeada de gigantes armados que se quieren llevar a su madre, cuando hacía unos momentos, probablemente, ambos disfrutaban de un día de paseo, tranquilos, inocentes y felices, pacíficamente viviendo su libertad y su democracia. No sé cuantas cosas, ni el profundo calado de estas, ha tenido que estar haciendo el Felipito Tacatúm este durante todo este tiempo, cuatro años, que le ha impedido salir en la caja tonta para decir que eso no se hace, que eso no quiere volver a ver que se repita en un país donde prevalece el estado de derecho, la democracia, la libertad de expresión y de ideología política, y todas esas cosas que se dicen con toda pompa y boato para según que casos y cosas, país del que él es el jefe del estado; pero para esta por lo visto, pues no, no le encuentra un momento. De hecho y como bien sabéis, no ha tenido la criatura ocasión durante estos cuatro años para condenar esta y otras muchas imágenes que se dieron en su gran día, con motivo de su coronozación como rey sin corona, corona perdida que abandonó aquel amigo del general golpista Primo de Rivera, un tal Alfonso XIII, cuando salió por pies de España.
                                                                              

Decidme que soy cortito de entendederas, quizá no me llega para más, todos tenemos nuestras limitaciones y por tanto no entiendo, ya no digamos que comprendo, a todo ese coro de españolitos de bien que agitan su banderita española, aplauden y vitorean al monarca este con motivo de algún acto público en el que se deja ver un momentito. No sé qué les da, porque a mí no me llega, no me da. Más bien me sale muy caro, y encima me insulta. Me insulta a mí como ciudadano de unos de sus terrenos conquistados, e insulta a mi pobre y escasa inteligencia. A ver si lo vamos pillando: no es el mejor camino para ganarse mi respeto; ni mi respeto ni un mal puto y triste vaso de agua. El único rey que reconozco haber tenido como debilidad, ahora tiene 20 años, es un gigante que me pasa más de una cabeza, hace Presing  Cacht, tiene el pelo largo que casi le llega hasta el culo para vacilar con su grupo de música y ligar con su más que pulido inglés, por el que daría mi vida, sin duda. Pero solo ese rey. No tengo ni he tenido más, entre otras cosas porque es que tampoco me han preguntado si lo quiero tener. Llámame tonto pero por lo tanto ¿cómo lo voy a reconocer? Por la misma ley por la que no reconozco como tal esa supuesta democracia que vivimos y que repiten machaconamente que lo es, a ver si nos lo acabamos de creer a base de picar y picar. Pero si hay una cosa que me maravilla del idioma castellano, idioma que me encanta por cierto, que admiro y trato de respetar como escribidor enganchado, es su refranero. Que maravilla, por dios. Y cuánta sabiduría hay en ellos. A mí hay uno que no por repetido deja de enamorarme: Obras son amores y no buenas razones. Es…redondo, pluscuamperfecto, no en su definición gramatical como pretérito, obviamente, sino en su definición como sinónimo de perfección. Es per se un axioma irrefutable que tiene, entre otras virtudes, la de desenmascarar al tunante, al listillo, al mentiroso, al cobarde y hasta de espabilar al tímido. Y por decirlo de algún modo políticamente correcto, las últimas actuaciones de este personaje real, acompañado de su inefable Letizia que cuentan ambos, entre sus amistades (¿pero tú que tienes que decir de los amigos de nadie, hombre? que la gente es muy libre…) nada más y nada menos con la de su “compi-yogui (miss you!!)” del tal López Madrid, implicado en el tema de las tarjetas black, en un feo asunto de acoso a una dermatóloga, en la financiación del PP y en el pago de comisiones a Ignacio González, las últimas actuaciones decía, que es que hay cosas que se me disparan solas y me voy, con relación a Catalunya, no le hacen precisamente merecedor de mi invitación a venir a cenar en nochebuena a casa. El día que este mercachifle charanguero respete, no solo verbalmente sino con hechos concretos, que en una democracia con 47 millones de habitantes haya una, cincuenta y una y millones más una, de personas que se sienten y son republicanas, quizá empecemos a vivir en la misma democracia. En Catalunya tiene millones en contra porque él solito se lo ha buscado, a no ser que alguien le pusiera una pistola en la cabeza para comportarse como se comportó el 3-O, libremente decidió hacer algo que la ley le prohíbe hacer: dejar de ser árbitro para tomar partido por un bando en un conflicto político, y hacerlo ofendiendo además a una parte de la población catalana que dos días antes había sido apaleada ante los ojos del mundo, por el simple hecho de querer votar. Que era ilegal, sí porque así lo declaró un tribunal de nuestro peculiar sistema judicial; pero precisamente por ilegal la violencia policial estaba injustificada, ya que no iba a tener una consecuencia real, práctica ni material alguna. Cuando un árbitro pita fuera de juego, por mucho que el jugador vaya a su bola y termine por marcar el gol, naturalmente que este no sube al marcador, pero no se ensaña el árbitro con él y lo expulsa por ello porque desde que hizo sonar su silbato, todo lo que pase no sirve de nada, queda automáticamente anulado. Aquella presencia y actuación policial, no era otra cosa sino que el sinónimo de la bajada de pantalones de Rajoy ante las presiones de las fuerzas colonialistas castellanas, que como poder fáctico hizo sumarse al rey a la lucha contra los sediciosos que querían poner en peligro el imperio y con ello, claro, las alcancías ladroneras reales. Aquello no podía ser, no se podía tolerar de ninguna de las maneras. Y así se llega a ese punto en el que aquellos que se autoproclaman como estado, justifica que a veces ese estado tenga que olvidarse de la ley para imponer la ley. El oxímoron perfecto, la cuadratura del círculo, sencillamente mágica. Luego, todo es cuestión del relato, que siempre hay quien te lo compra y hace su bandera de él. 


                                                                                    

A más ver                     

2 comentarios:

  1. Pues sí José, los has clavado de un sólo golpe. Hasta el próximo, estaré al tanto.

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