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miércoles, 11 de julio de 2018

A QUE SABEN LAS TUERCAS




En España, con el actual sistema y gracias a la deriva propiciada por el Régimen del 78, no hay partidos políticos propiamente dichos, hay facciones del estado, órganos del estado o funcionarios del estado, y los candidatos que aspiran a serlo, que se presentan a concursos amañados, que aprueban cuando al régimen le conviene. Los verdaderos partidos eran los que nacían de las entrañas de la nación como necesidad vital de una determinada expresión, que es, por ejemplo, de lo único que se puede acusar a asociaciones como la ANC y Ómnium, ser portavoces de una determinada voluntad popular. Gracias a la manipulación de los medios de desinformación, al servicio de la oligarquía y a las promesas de prebendas del estado, el pueblo está instalado en la idiotez de la práctica de la servidumbre voluntaria hacia ese estado que les niega su libertad. El elector acude mansamente, cada cuatro años, para depositar un cheque en blanco a su facción de estado, a la espera de una pequeña ración de la tarta que se ha comprado, con lo que él ha aportado. Lo que no logran los partidos es, justamente, que por ejemplo la carestía de la vida que ellos imponen, no les afecte. Les afecta. La democracia de escaparate les impide hacer como Franco, que dictó que un centenar de personas quedaban exentas de pagar impuestos, empezando por él, su familia y la familia real, por ejemplo. Y les afecta de tal modo y manera que las subvenciones estatales no les llega para cubrir sus presupuestos; unos presupuestos desorbitados que se van mayormente en pagar los honorarios de la cúpula dirigente del partido de turno y en campañas de publicidad. De ahí a recurrir a la banca para que les salve del agujero negro presupuestario, solo hay un paso, o recurrir a la corrupción sistémica, con lo que quedan a merced de las contraprestaciones que exige la banca, a cambio de insuflar dinero a las arcas de los partidos y condonarles las deudas a estos periódicamente, y/o acaban rodeandose de personajes como el Correa, el Bigotes y demás. Llegados a este punto es comprensible que este país respire con cierto alivio, tras deshacerse de personajes tan nocivos, tóxicos e insalubres como Rajoy, Bárcenas, Cifuentes, los Pujol, Ignacio González, Paco Granados, Matas, Mato Cristiano Ronaldo y compañía. Sí: más los que quedan aun…
                                                                                 

 Ahora Pedro Sánchez quiere, anuncia, dice que pretende agravar a la banca con un impuesto especial destinado (aspira el P$OE a recaudar así 1.500 millones de euros) a mantener el sistema de pensiones; y la banca destapa el tarro de sus mejores esencias sociales diciendo que eso les mermará su competitividad, con lo que amenaza con repercutirlo finalmente en el usuario. Se les olvida a estos individuos quien y a costa de cuanto, les ha salvado de sus veleidades financieras, porque en un país que fuera una cuarta parte, solo una cuarta parte menos gilipollas que este, les devolverían los 60 mil millones que Rajoy sacó del fondo de pensiones para no volver a ser repuestos nunca más, precisamente por la banca, beneficiaria directa del atraco a golpe de decreto ley del anterior gobierno. Así mismo se hacen los suecos estos tipejos, ante los pingues beneficios que, mes tras mes, les reportan los miles de millones de euros en pensiones que reciben mensualmente, dinero que la banca invierte en sus negocios, negocios de los que no ven beneficios nadie más que ellos. Un impuesto este, por cierto, destinado al sistema de pensiones e implementado en países tan sospechosos de su rojo bolchevismo como Suiza, por ejemplo. Lo que deberían hacer los pensionistas, que ya comprendo que es difícil y complejo para muchas de esas personas, es que una vez les hayan cobrado los recibos de cada mes destinados al pago de la luz, agua, gas y demás, es ir a su oficina y retirar lo que les quede para pasar como buenamente puedan el mes. Pero a la gente en este país en cuanto les hablas de pasar de las palabras a los hechos, no sé que pasa nene que les entran a todos unas ganas locas de salir corriendo que ríete tú de los corredores olímpicos, no hay mucha unidad y menos aun constancia en la unidad, salvo contadas excepciones.  

Y sí: claro que hay vida más allá de la política, ¿you are gilipollas, lovely? claro que sí. O sea: que eres gilipollas…calla, burro. No. Aclara esto, que la gente interpreta las cosas como a cada uno le parece, y luego pasa lo que pasa. En ello anda uno. El pasado viernes estaba tan bajito de plaquetas, de defensas y de glóbulos rojos en sangre, que si me hubiesen puesto la quimio, me matan, así que tuvieron que hacerme una transfusión para alcanzar unos mínimos de glóbulos y defensas “normales”, dentro de todo lo normal que pueda ser estar al límite. Mi querida amiga Begoña (ella unionista y yo su antítesis, pero querida y amiga e igualmente respetada y admirada, porque ella también es otra “combatiente” que se merece lo mejor), me dice que su hermana lleva 16 años batallando con el cáncer y pasando periódicamente por la quimio. 16 años. Naturalmente que no todos los casos son iguales, ni las dosis de quimio tampoco; pero 16 años como este que llevo…me volvería loco, como mínimo. Eso sí que es una heroicidad de las de verdad. Algunos de vosotr@s me decís que, ya que me gusta tanto escribir y que tengo que vivir esta experiencia, que escriba sobre ello. Quizá debiera hacerlo. ¡What pussy!: voy a hacerlo. Porque hay gente que le tiene miedo al cáncer, y pensar en esa clave, eso es una pérdida absoluta de tiempo y de energía que no te conduce a nada, tiempo y energía malgastada. Será defecto de fabricación, nene; pero recordad que uno es catalán y que aquí en Catalunya, si tenemos cuidado con algo, es con los gastos y los derroches innecesarios. Yo de pequeño, por ejemplo, me pasé una buena temporada pensando que la virgen de Montserrat era negra porque el cura se gastaba en putas el dinero destinado a limpiarla, así que…era pequeño, santa inocencia la mía, no me crucifiquéis. Además, yo y la iglesia hemos tenido mal rollo durante toda la vida. La culpa era de los curas, evidentemente, que eran unos cabrones. Solo comprenderéis esto si los habéis tenido como profesores, claro, durante el régimen fascista, que vivían en su salsa. Yo los tuve durante toda mi infancia, como otros muchos y otras muchas, que también sufrieron a las monjas, que es que había algunas monjas que…en fin. A algunos en esta vida nos ha tocado el papel de rebeldes, como a otros el de mansos corderitos que se lo tragan todo, literalmente. Esa rebeldía mía, no venida a menos sino encauzada de otras formas con el paso de los años, me ha acompañado siempre y claro, ante la irrupción en mi vida de esta enfermedad, está que lo goza, la cabrona. Al final es la naturaleza de cada cual la que hace frente al problema. Yo durante estos tres años que llevo de batalla en batalla, ha habido momentos en los que me he visto muy mal. Peor aun que mal. Pero en ningún momento, no es que ni siquiera lo haya pensado, es que ni siquiera he tenido la sensación de que hasta ahí había llegado. Jamás. El día que me dijo una doctora que ya podía ponerme en contacto con mi notario o abogado y dejar las cosas arregladas, lo que pensé, mientras la miraba, era “que te den”. Literal. Ni pensaba morirme entonces, ni pienso morirme ahora ni pienso morirme hasta que no vea coches volando, como en las pelis. La palabra rendición no está en mi vocabulario ni jugando al parchís. Al contrario: te reto al parchís con ocho fichas cada uno. Es duro pasar por esto, claro que sí; y solo lo sabe quien lo pasa. Pero de entre las muchas cosas que puedes pensar, debes quedarte con esa de que es una prueba que te ofrece la vida para probarte a ti mismo y saber de que estas hecho en el fondo, si eres capaz o no de vivir en el límite, balanceándote como un equilibrista allá arriba en la cuerda floja, con un solo pie, y sonriendo. Porque, ya me lo habréis leído en alguna ocasión, en esta vida hay dos cosas, dos, que son muy poco recomendables: una es hacer el ridículo; y la segunda es perder tu dignidad. C22H28N2O es la clave de todo, nene. Ahora te has pasado ocho pueblos, pollo…que no, que es solo la fórmula química de una cosa milagrosa que te dan por la filosa, por la jeta. Y gratis total. O no... 
                                                                              

Sangría…mmm… ¡cómo me voy a poner, por dios! Eso sí: a vuestra salud.

A más ver

2 comentarios:

  1. Esa es otra faceta del sistema y eso que llamamos nuestra "cultura", "civilización", etc.: Nos implantan y nos educan a través de la psicología del miedo. La utiliza Hacienda (AKA AEAT) al igual que el clero, las altas jerarquías, en fin todo lo que se menea y que tenga relación con el poder o alguna de sus ramificaciones.
    Rebeldía, esa gran aliada para algunos a quienes tal vez debería llamar privilegiados? Según se mire. Sea como sea, una batalla imprescindible es la de combatir ese miedo cerval a la muerte que esa mayoría "silenciosa" padece sin darse cuenta. Muchas enfermedades desaparecerían literalmente... el poder de la mente subconsciente.
    Lo bueno es que no sé por qué no me extraña que hayas ido a colegio de curas en esa época. De ahí seguramente tantos puntos de vista en común. Cuando palmó Paca la Culona yo comenzaba 6º de EGB y pese a los supuestos cambios que habían de suceder, la cabronería de los curas debió mermar imperceptiblemente, pues ya de adolescente y joven acabé de abrir bien los ojos lo suficiente para saber perfectamente de lo que hablas.
    Así que caña al mono! Un abrazo.

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