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jueves, 19 de julio de 2018

AUTOCRÍTICA




La tigresa esta que tengo por aquí rondándome me echó el guante en su día, y ya está. Se me acabó todo aquello que caracteriza a los solteros y solteras de este mundo. No obstante, me resistí hasta los 43 años para casarme. Ahora que ya soy lo que se viene e denominar como un hombre felizmente casado, como es obvio no quiero ni puedo volver a casarme, así que voy a tirarme el rollo y soltaros aquello de: “…por lo tanto puedo prometer y prometo…” que nunca me casaré con nadie más. Esto parece algo así como una perogrullada de párvulos. Bueno, superado el trance de confesaros mis divagaciones y elucubraciones mentales transitorias sobre el fantástico mundo del casorio, si extrapolamos eso al mundo de la política, ahí ya ni te cuento: no estoy casado ni me casaré jamás con un determinado partido político; aunque sin perder nunca mi orientación natural de republicano de izquierdas, que eso es algo así como personal e intransferible y que cada cual debe llevar como buenamente sepa o pueda. Dicho lo cual, como consecuencia de lo ocurrido ayer en el Parlament entre Ezquerra Republicana y los afines a Puigdemont, para dar cumplida cuenta también de aquellos que me censuran que no sea tan critico con los independentistas, voy a criticar a un señor que está en mis antípodas políticas pero al que admiro y respeto muchísimo, tanto es así que lo considero el último President de la Generalitat legítimo que hemos tenido en Catalunya, cosa que por otro lado es una obviedad, a poco que se tenga capacidad para razonar mínimamente. Porque lo que ocurrió ayer es responsabilidad y culpa de uno solo y del mismo señor: Puigdemont y su reciente idea de crear un nuevo partido independentista, que en mi opinión solo obedece y es consecuencia de su propia y personal necesidad, no es algo que la sociedad catalana venga reclamando porque, esta, ya se siente y está bien representada por quien está actualmente representándola en el Parlament. Se acercan las elecciones municipales y el señor Puigdemont debe sentirse llamado a volver a presentarse con una formación que controle él, que es algo que no ocurre con su PDeCAT, en manos de Artur Mas, para poder decirles a los de Ezquerra: “¿Veis? Me he vuelto a presentar y os he vuelto a ganar”, en esa guerra solapada que existe entre la derecha tradicional y la izquierda republicana,  por la supremacía política catalana. Que Puigdemont y Junqueras no son un matrimonio político lo que se dice bien avenido, es un secreto a voces. Y que ambos luchan por esa hegemonía política, otro tanto de lo mismo. Lo que no puede hacer el señor Puigdemont es crear una nueva formación  política, que presidiría él como es natural, y pretender que todo el movimiento independentista forme parte de ese proyecto so pena de ponerse en cuestión que se persigan los mismos objetivos por parte de quienes disientan de él y de su proyecto. Si él, el señor Puigdemont, a titulo personal e individual, no es capaz de hacerse con las riendas del PDeCAT porque hay alguien que se llama Artur Mas y ha visto como su JuntsPerCatalunya no ha conseguido el trasvase de afiliación de los del PDeCAT a su partido que él pudiera haber pretendido, un JuntsPerCatalunya con el que se presentó a las elecciones, recuerdo: perdiéndolas ante C´$, lo que no puede hacer ahora con la formación de otra nueva fuerza política, es dar la imagen de que o se está conmigo, o no se es un autentico independentista. Entre otras cosas, y me repito, porque y como digo yo no veo a la gente en las calles manifestándose en reivindicación de la necesidad imperiosa de esa otra nueva formación. El peso de la historia y el devenir de los acontecimientos es el que es; y si él ahora siente que ya no es la primera figura política del país porque hay otro President y se siente como marginado en el exilio, de lo que no puede dudar es de que se hace todo lo posible por que vuelva lo antes posible a Catalunya, y lo haga además volviendo a ocupar el lugar que le corresponde. Pero montar estos shows, encima en el Parlament, en los que uno llama mentiroso al otro y el otro se la devuelve acusándolo de no sé qué, nos hace a todos un flaco favor y una gorda putada que ni viene a cuento ni necesitamos para nada. Solo para que se mofen de nosotros en Madrid, diciendo que como ahora no tenemos un Rajoy con el que pelearnos, nos peleamos entre nosotros. ¿Y eso, que aporta de bueno y positivo al Procés? La figura política de Carles Puigdemont en Catalunya es indeleble, va a estar ahí a pesar incluso de las dudas que pueda tener el interesado. El exilio tiene un precio; como lo tiene el estar en prisión y no por ello los que están en prisión se dedican a acusar a nadie de ser menos independentistas que ellos. Cada uno eligió libremente lo que quiso, si marcharse o quedarse. Por lo tanto, aquí nadie es ni más ni menos que nadie en función de lo que decidiera, porque ambas decisiones salieron muy caras en cualquier caso.
                                                        

Todo esto confío en que, al final, no sea más que una tormenta  de verano, que no debe desviarnos ni un ápice del objetivo común. Porque, veleidades políticas del señor Puigdemont aparte, ahora lo que debe apiñarnos a todos es en primer lugar la exigencia de libertad de los presos políticos y, en segundo lugar, aunque sea mucha piedra a picar, negociar con el P$OE todo lo negociable que nos acerque al derecho a la autodeterminación. Y hay que hacerlo juntos, que no revueltos, respetando cada cual el espacio político de los demás, porque ya somos adultos y sabemos muy bien cual es el sitio de cada uno. Si el señor Puigdemont tiene ahora mismo necesidades políticas no satisfechas, que tenga un poco de paciencia, la misma paciencia que tenemos aquellos a los que se nos dijo que ya teníamos una república y no la vemos por ningún lado, ni vemos que se hayan creado las estructuras que un país necesita, ni vemos otras cosas que deberíamos ver. Lo dije hace como unos ochos años y evidentemente lo mantengo: por paradójico que parezca, los únicos que pueden hacer que se acabe estropeando todo, son precisamente aquellos que necesitamos para llevarnos a la república catalana: nuestros políticos, sus egos y sus chorradas.  

A más ver   

3 comentarios:

  1. Muy bueno José. Me quedo con tu último párrafo que entrecomillo a continuación.

    “Lo dije hace como unos ochos años y evidentemente lo mantengo: por paradójico que parezca, los únicos que pueden hacer que se acabe estropeando todo, son precisamente aquellos que necesitamos para llevarnos a la república catalana: nuestros políticos, sus egos y sus chorradas.”

    La ciudadanía catalana en su mayoría sabe lo que quiere, deshacerse de la monarquía de partidos franquistas que nos aplasta, pero los políticos, a los que tú te refieres, tienen la misma estructura mental que los constitucionalistas y le importa un rábano la ciudadanía, no ven más allá de su ombligo. Qué todo lo estropearían los políticos, eso yo lo tenía claro que el agua de manatial.

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  2. Gracias Isidro. Seguiremos en la batalla de hacer pensar a la gente...este estado español le tiene más miedo a las urnas que a las ametralladoras, porque ni en los peores tiempos de ETA se les ocurrió intervenir la Ertzaintza.

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