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sábado, 13 de octubre de 2018

LA VIDA, DE VEZ EN CUANDO






A menudo las cosas realmente transcendentes en nuestras vidas son las que menos ruidos hacen. Otras, todo lo contrario: sobra ruido. Cuando pienso en las primeras, por ejemplo, pienso en el impagable esfuerzo, dedicación y sacrificio que hacen las personas que componen la sanidad publica de este país, desde doctores a auxiliares de enfermería, enfermeras y enfermeros, personal de limpieza, de mantenimiento, de seguridad…me dirás: cobran por ello. Y es cierto, solo faltaría que lo hicieran gratis. Pero no cobran las horas extras que se pasan trabajando, muchas de esas personas, para que tú recibas una atención integral de calidad y sufren, muchas veces en silencio, las humillaciones, ingratitud e incluso agresiones de pacientes descontrolados, o de familiares que no asumen la realidad de algunas situaciones. Yo por eso cuando acudo al hospital a hacerme alguna prueba o pasar la visita con mi oncóloga preferida, miro de ser, primero, paciente, de paciencia, compresivo, coopero y no dificulto las cosas, me trago mis nervios y miro de ser breve, constructivo y transmitir buenas vibras, que diría mi hijo. Y en navidad, incluso les llevo una botella de cava al equipo de oncología.
                                                           

Otra de las cosas, absolutamente transcendentales, que pasan en nuestra vida sin apenas percatarnos o percatándonos, desgraciadamente, cuando ya es demasiado tarde, es una cosa tan así, tan “pueril”, como el adoctrinamiento que hemos sufrido en las escuelas los alumnos que padecimos el viejo régimen de la fascista Paca la Culona, como llamaba al Paquito su acolito Queipo de Llano, que tampoco es que fuera el Georges Clooney del ejército español. Y así como en esta vida hay gente servil y otra que se sirve del los serviles, infinidad de esos alumnos jamás se rebelaron, ni cuestionaron ni se cuestionaron nunca nada; solo temían al castigo y por eso callaban y tragaban, o eran como yo: un precoz antisistema que se fugó de casa la primera vez con 6 años, a la que le siguieron infinidad de fugas hasta que conseguí la definitiva, con 13 años. Y no me estoy poniendo como ejemplo ni tampoco estoy diciendo que lo que yo hiciera es lo que los demás tuvieron que hacer, cada cual es cada cual y sus circunstancias. A mi me tocó espabilarme pronto, enfrentarme al canalla machista, borrachuzo y amargado de mi cornudo padre, a esos cuervos ensotanados de los curas y empezar a trabajar para ganarme el pan, con 13 años. A mi manera, ya era un antisistema que renegaba de aquella educación a base de reglazos, capones y castigos. Pero la inmensa mayoría se conformaba, se adaptaba, no protestaba, preferían ser corderitos mansos y sumisos, y así crecieron y así han vivido prácticamente todas sus vidas. A algunos de esos seres mansos y serviles, con motivo de la “festividad” del día de la Hispanidad, que viene a ser el día que festejamos aquí en España que un día fuimos a descubrir las indias pero lo que descubrimos fue otra cosa; de todos modos allá que llegamos, saqueamos, asesinamos y masacramos a hombres, mujeres y niños para robarles sus tesoros, acabar con su cultura e imponerle la nuestra a base de torturas y crimen tras crimen hasta conseguirlo, eso festejamos, hete aquí que Grande, la Una y Libre; a algunos, decía, con motivo del pasado ya 12-O les he escuchado decir gilipolleces como que estaban manifestándose para defender la bandera española, que hay que defenderla hasta la muerte. ¿Un cacho trapo vas a defender? ¿En serio? Valiente mamarracho. ¿Dónde estabas tú y tu defensa hasta la muerte de la bandera de España, cuando a esta los políticos la han saqueado y esquilmado a conciencia; dónde, cuando desahuciaban, y siguen haciéndolo hoy día, a niños y a personas mayores; dónde cuando aquel criminal nos metió en una guerra que nos convirtió a posteriori en objetivo prioritario del terrorismo islámico; dónde estaban esos de la banderita española, cuando han visto partir a nuestros hijos al extranjero porque aquí no tienen futuro; dónde se escondían cuando privatizaban la sanidad pública, que era uno de nuestros pocos orgullos como españoles; dónde cuando la banca nos ha robado en nuestras narices con premeditación, alevosía y ensañamiento; dónde se han escondido cuando delante de ellos han maltratado a una mujer por el hecho de ser mujer? Ah, calla: que es que la mayoría de ellos fueron los que votaron a esos políticos que nos han robado a conciencia, los que votaron a ese criminal de guerra que sigue libre y dándonos lecciones de todo, los mismos que han practicado a lo largo de sus vidas el machismo más repulsivo en sus hogares y con sus esposas he hijas, a las que han educado para servir al macho. Macho; pero español y mucho español, eso sí.
                                                       


Así que lo siento pero yo el 12-O como español, tengo más motivos para avergonzarme que para enorgullecerme como tal. Si a ti te han vendido otra cosa con la que te sientes más cómodo, es cosa de cada un@. No voy a ser yo quien te impida celebrar los crímenes de lesa humanidad que cometió este…reino, para convertirse en un Imperio venido a mucho menos a día de hoy, porque cómo seremos de guays, que todos aquellos territorios conquistados, hoy ya no nos pertenecen porque, como digo, vamos tan de guays por la vida, que después del trauma de la conquista vino el trauma de la pérdida por no saber gestionarlo como gestionaron, por ejemplo, Gran Bretaña sus territorios conquistados, que ha día de hoy siguen respetando y pagando a la corona británica, como miembros de la Commonwealth.  

No busco un cuento con final feliz, sino ser feliz; sin tanto cuento. No es mía la frase, pero define bastante bien lo que pretendo. Y ahora, me voy a preparar el segundo desayuno, que con uno no tengo bastante: marchando otras torraditas con mantequilla y mermelada de frambuesas y un café con leche! Eso me ha tomado nada más levantarme a las 7.30; y repito a las 9. A vuestra salud…  

Feliz día de la post hispanidad 😉
                                                         

A más ver

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