Me dispongo a escribir esto horas
antes de la manifestación de la Diada catalana, una manifestación que como las
precedentes desde el año 2.010 va a ser multitudinaria; aunque como es evidente
no faltará quien diga que fueron 4 gatos, por aquello de que siempre,
indefectiblemente, quien convoca una manifestación en este país en contra del
gobierno, solo es capaz de reunir a esos 4 gatos; gatos que deben tener ya en
nomina para las ocasiones, y fruto, como no, del buen rollito que hay ahora
mismo entre la Plaza San Jaume y Moncloa. De hecho mi gato Sócrates me está
amenazando con denunciarme si le impido ir a manifestarse esta tarde, en reivindicación
de su derecho a decidir si construye un parquin en la tierra donde suele hacer las
construcciones artísticas que le salen del culete.
Al catalá emprenyat (catalán cabreado),
que tan acertadamente definió en sus columnas el periodista Enric Juliana, lo
que le cabrea y le mueve de verdad a salir a la calle es el inmovilismo
rajoniano transmutado en amenazas y provocación. Un inmovilismo que viene
recogido incluso en el libro The Struggles for Catalonia (Las Luchas por
Catalunya), recientemente publicado por el corresponsal del New York Times Raphael
Minder, en el que el periodista no oculta su perplejidad ante la inacción crónica
de Rajoy, que ha tenido como efecto la reacción más radical del Govern catalán
y el órdago del referéndum sí o sí. Muchos, como es natural, se ciñen al guion
de criticar el momento presente y la actitud del Govern catalán de seguir
adelante, perdidas en el rincón del olvido las raíces de este conflicto y que
son las que nos han traído a este momento y a esta situación. Y no es que uno
se tema que ya sea tarde para abrir un escenario de dialogo entre Puigdemont y
Rajoy; es que Rajoy nunca ha querido ese dialogo que podría pasarle una factura
política que este nunca ha estado dispuesto a pagar, amén de que no está en los
genes de Rajoy ceder ni un ápice ni menos aun reconocer los errores de su política.
Esporádicamente hemos tenido ocasión de escuchar de boca de algún que otro
ministro que ellos están dispuestos y abiertos al dialogo; y es la mayor
mentira muchas veces repetida, porque y que se sepa no han convocado a nadie
para acudir a Madrid y formalizar una mesa de expertos de ambos bandos, que
tratasen de la cuarentena de puntos o temas de negociación propuestos por la
Generalitat. Todo lo más, la única referencia que recuerdo por parte de Rajoy a
esos temas de negociación, preguntado sobre ellos su respuesta fue no a la
Hacienda Catalana, no a las nuevas 500 plazas de Mososs, no a un nuevo sistema
de financiación, no al traspaso de más competencias de autogobierno y
consiguientemente no a una mayor dotación presupuestaria; no a todo y no por
sistema. Se han limitado a hacerse la foto enviando a su ministro de Fomento
para prometernos una inversión multimillonaria en las infraestructuras
ferroviarias y de comunicaciones, inversión para la que no tienen dinero y que además
fían a años vista, cuando ni saben si seguirán gobernando en España y en
cualquier caso hipotecando la política en Catalunya del próximo hombre en
Moncloa, que se verá comprometido a cumplir unas condiciones y unas inversiones
en Catalunya sobre las que no se les ha preguntado. Porque cuando tú eres
presidente de un gobierno y tienes que hacer políticas de inversión a largo plazo,
estas deberían ser consensuadas con la oposición, que pueda verse mañana
afectada y obligada a hacer cosas incluso contrarias a su propio programa político.
Es tan, pero tan esperpéntico todo esto, que suerte que tengo que mi hijo ya
tiene 20 años; sino tendría serias dificultades para explicarle por qué a los
catalanes hay quien nos llaman nazis por querer votar (gracias, Felipe hijo,
que gran estadista eres y cuanto cariño y comprensión rebosan tus afectuosas
palabras para con los catalanes) y considera al mismo tiempo de demócratas financiar
la fundación Francisco Franco. Y todo este follón, que no viene precisamente de
follar mucho sino que uno sospecha que en algunos casos es causa indirecta de
precisamente todo lo contrario por parte de algunos y algunas, viene motivado
por una causa política que está en el ADN rajoniano: en un país con una
complejidad multicultural como este, con variadas sensibilidades de nación como
pueden serlo y de hecho lo son tanto la vasca como la catalana y en menor
medida la gallega, Rajoy no tiene un modelo de política para esa diversidad y
todo lo fía a la uniformidad de su España en blanco y negro. Este disloque,
esta bobería estúpida propia de todo un cum-laude en ineptitud política, les ha
llevado a Rajoy y los suyos y tal y como le dijo el señor Rufián desde el atril
del congreso, a pretender que ellos que son monolingües, puedan obligar a otros
que son bilingües (los catalanes) que tengan sí o sí que hablar tres idiomas
para poder recibir clases de catalán en Catalunya, al obligarles al alumnado catalán
a estudiar matemáticas en inglés para poder recibir clases en catalán. Por no hablar,
que eso sería extenderme más de la cuenta a estas horas de la mañana, de la
cantidad de veces que el gobierno de Rajoy ha violado como ha querido la Constitución
esa sacrosanta, por la que dice que va a dar la vida o poco menos, o la
cantidad de veces que él, que se dice tan respetuoso de las leyes, ha incumplido
las leyes y los acuerdos con la unión europea en tantas y tantas materias por
las que hemos sido multados repetidamente. De hecho, su ley mordaza incumple y
así se lo ha hecho saber y se le ha conminado a modificarla, las resoluciones
de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, que debe ser para el señor Rajoy una
cosa sin mucha relevancia ni importancia; aunque España haya firmado esos
compromisos y forme parte de esa organización.
Pero si es que es de chiste que el
partido más corrupto de Europa se erija en el más firme defensor de la
legalidad; una legalidad, dicho así de paso, que ellos elaboran a su gusto y
conveniencia y que colocan a amigotes para asegurarse su cumplimiento. Y aun te
miran como si estuvieran viendo a un marciano si les dices que tienen a los tribunales
politizados, copadas las más altas instancias con afectos a la causa del
gobierno, que ni niegan ni ocultan sino que se enorgullecen de ser del PP, cosa
que me parece muy bien pero como parte de la esfera de su vida privada pero
nunca como juez y menos como presidente del tribunal constitucional, cosa que
hizo un tal Francisco Pérez de los Cobos, mientras que a otro juez, por
escribir años ha, un artículo sobre la cuestión catalana, se le aparta del
tribunal que debía resolver un conflicto de los muchos que han envuelto al Govern
de la Generalitat con el estado español. Ese Catalá Emprenyat con el que me
identifico plenamente, ya no tiene capacidad para tragarse más cuentos de
Madrid como ese de la imparcialidad de unos tribunales confeccionados
justamente para no serlo, llegado el caso en que deban obedecer a quienes les
colocaron en el cargo. Ese Catalá Emprenyat va ser quien vuelva a llenar las
calles de Barcelona esta tarde y lo va a hacer no cabreado, sino al son de lo
que se ha convertido en una especie de himno viral, como el cantico con el que
despidieron los habitantes de Valls a la Guardia Civil después de registrar la
sede de una publicación comarcal en busca de papeletas. Es la mejor respuesta y
la bofetada más sonora a Rajoy: devolverles la imagen de la Guardia Civil, que
uno se imagina más cómoda persiguiendo terroristas y traficantes de droga que
buscando papeletas de votación, con la imagen de la gente cantando, celebrando
un día festivo y haciéndolo con humor, con alegría, sin alborotos, carreras ni
broncas y con mucho cachondeo. Me consta que eso pone de los nervios a muchos
en Madrid, y por eso mismo esa debe ser la línea: contra más represión y
Guardia Civil, más cachondeo hasta que lleguemos al punto de la carcajada
colectiva.
A más ver
ESTA MANIFESTACIÓN ES UNA VERGÜENZA
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