Hoy es domingo, 3 de septiembre del
año 2017. Faltan 8 días para la celebración de la Diada en Catalunya; y lo
único que veo, señoras y señores, es odio. Mucho odio. Odio a raudales. Odio a
espuertas. A capazos. A manos llenas. Odio para dar y regalar. El conflicto con
Catalunya que ha provocado ese chupacabras pontevedrés de la política por
quítame allá unos votos, no es que amenace ruina: es que la ruina ya es un
hecho. Y es tanto el odio, pero tanto, que el último capítulo protagonizado por
un periódico nada parcial en el conflicto catalán, como es el Periódico de
Catalunya, apuntado desde sus inicios con la posición nacionalista española
(porque nacionalistas son ambos bandos) y que ha venido atacando
sistemáticamente al Govern de la Generalitat día sí y día también, instalado en
la política del descredito, la mofa, cuando no las mentiras y, como hemos visto
estos últimos días, hasta llegar a usar una nota que todos desecharon por falta
de credibilidad, para atacar al Govern de la Generalitat y su policía
autonómica; o lo que es lo mismo: para hacer desde un periódico política con un
atentado, una cosa que este periódico, como es obvio, se ha apresurado a
criticar siempre en otros, con la misma gracia de los que ven la paja en el ojo
ajeno, pero no la viga en el suyo. Primero acusaron a la policía autonómica de
negarle la entrada a la Guardia Civil en la casa de Alcanar donde los terroristas
preparaban los explosivos, dibujándolo poco menos como que los habían echado a
patadas del lugar de los hechos, cuando la realidad es que ni requirieron su
presencia; episodio que fue usado como otro elemento para la discordia,
alimentada por aquellos como ese general en la reserva, Pedro Pitarch,
asegurando que si la Guardia Civil hubiera estado al mando, no habría pasado lo
de Las Ramblas ni habría volado la casa de Alcanar: con la Guardia Civil al
mando, la ETA mató a casi mil personas y con la Guardia Civil al mando, los yihadistas llevaron a cabo la matanza del
11-M, porque infalible, no hay nadie. Y, recordemos, la nota advirtiendo del
atentado obraba en poder también de la Guardia Civil y esta hizo lo mismo que
la Policía Nacional, que el CNI o que el gobierno de Moncloa a través del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y
el Crimen Organizado (CITCO), que es quien organiza la lucha
antiterrorista en España y que depende de la vicepresidencia del gobierno de
Moncloa; o sea: de Soraya Sáez de Santamaría: hicieron, todos, nada de nada.
Ahora
Moncloa se afana en pedir explicaciones del porque negó Puigdemont haber
recibido el Govern de la Generalitat el aviso; aunque preguntado el ministro
portavoz cómo valora por qué la policía o el CNI tampoco creyeron en la
credibilidad del aviso, este da la callada por respuesta y no lo valora de
ninguna manera; se limita a pedir prudencia. No hace falta que sea el señor
Puigdemont, políticamente en las antípodas de este servidor, quien explique
porque negó conocer la nota que ya es más famosa que la Sol; ya le doy la
explicación yo mismo: venimos de un escenario de confrontación política
exacerbada, propiciada en muy buena medida por la catalanofobia rajoniana y su
no a todo a Catalunya. Venimos de un escenario de queja continua de la policía
autonómica catalana, por el ninguneo y la negativa de Moncloa a facilitarle a
los Mossos las mismas prerrogativas en lucha antiterrorista que las demás
fuerzas de seguridad del estado, con los Mossos soplándole a la oreja de su
President que Madrid esto y Madrid lo otro y, el hecho de que en ese escenario
de confrontación política Puigdemont
negara haber recibido esa nota, bien podría haber sido por desconocimiento, que
es poco probable, por la tensión del momento o porque es consecuencia de la
guerra política que mantienen Rajoy y Puigdemont pero, en ningún caso, negar lo
que negó Puigdemont o no negarlo, jamás habría evitado el atentado porque lo
negó a posteriori. Ya puestos a hacernos preguntas, quien más quien menos tiene
alguna que necesitaría respuesta; por ejemplo: si el gobierno de Moncloa, en el
mes de mayo y tal y como apuntaba El Periódico de Catalunya que a esas alturas
ya se tenía constancia de la nota yankee, era conocedor de la amenaza
terrorista ¿por qué Rajoy se negaba a que la Generalitat se dotara de 500
efectivos más de la policía autonómica? Pues por esa dinámica de enfrentismo
mutuo y de ninguneo de Rajoy, que provocaban y han provocado este nivel de
desconfianza y de mal rollo generalizado. Lo mismo que explica la negación de
Puigdemont, lo mismo que evita que Rajoy salga a escena a poner algo de eso de
lo que tanto presume de puertas afuera: un poco de moderación y de mesura por
parte de todos. Pero no va a ser así. Ya vemos que a través del ministro
portavoz, el gobierno de Moncloa evade sus responsabilidades y no quiere dar
las explicaciones que les exige a los demás. Que a Rajoy ya le va bien que toda
la prensa afecta al régimen le de caña al catalán, sobre todo ahora que se
acerca la hora de la verdad y, como quiera que fuese que en ningún momento
Rajoy ha querido realmente aportar nada a la solución del conflicto con
Catalunya que él solito provocó para ganarse un puñado de votos, no lo va a
hacer ahora. Se ha limitado a salir a decir que los responsables del atentado
son los terroristas, el lumbreras, y dejar que la prensa “amiga” se cebe con su
rival, si alguien usa una nota perdida en el baúl de los recuerdos a la que
nadie hizo el más mínimo caso, para hacer política con los muertos, de la misma
forma que acusa a otros de hacer lo mismo.
Y en ello
parece que andamos: en fomentar que de una forma u otra la próxima Diada de
aquí a dos telediarios, sea una nueva manifestación del problema político más
transcendental que tiene ese país llamado España y que obedece al nombre de
Catalunya. España, digámoslo todo, está pagando el precio de ser un país sin
carácter ni personalidad. Un país que impone unos símbolos como vinculo de
unión entre sus gentes; pero que son, a la postre, rechazados y repudiados por
buena parte de la población, creando un problema identitario como país por una
razón principal y fundamental: la baja calidad democrática que limita la
participación de la gente y a la que no se le consulta mediante referéndum
sobre los temas transcendentales que afectan a toda la ciudadanía. Y no me
refiero al referéndum por la cuestión catalana: un país que ejerza de demócrata
no ignora a su ciudadanía, sino que la consulta y se basa en la voluntad
popular, que no quiere decir que tenga que ser exclusivamente la del Partido
Popular por muy popular que se llame, porque hasta donde uno sabe, estos solo
son 8 de 42 millones.
Que no
sorprenda a nadie lo que pase en Catalunya el 11-S y de que se vuelvan a llenar
las arterias principales de Barcelona con 2 millones de catalanes reivindicando
referéndum e independencia porque, y entre otras cosas, Rajoy es uno de los
principales artífices de las manifestaciones de rechazo hacia, no España ni los
españoles, sino su gobierno corrupto, embustero, enfrentista y casposo que ha
hecho del ataque a Catalunya su sistema de supervivencia. Lo ha venido haciendo
sistemáticamente desde su primera legislatura como presidente de España y el
resultado es la gente en Catalunya reivindicando independencia. El que no lo
quiera ver, que no lo vea.
Ni por
asomo es así como Catalunya y los catalanes nos vamos a callar. De esta guisa,
y con gobernantes de la baja catadura política y moral del okupa de Moncloa, ni
en cientos de siglos.
Y voy a
dejaros por hoy, no sin compartir esta elucubración mental transitoria que me
acaba de llegar y pasar de largo, como el AVE a su paso por donde pasa el AVE
de largo, en relación a esos sindicatos que, a buenas horas, amenazan con un
otoño calentito; y que dice así, la malandrina: si los sindicatos (UGT-CCOO)
dicen estar en contra de este gobierno y; aun osan mucho más: dicen no estar de
acuerdo con la actual legislación laboral, pero la aplican en sus propias sedes
sindicales, contratando a la gente en condiciones de precariedad, para mí los
sindicatos estos forman parte de la maquinaria estatal y obedecen a este
gobierno. Y esto es así, en tanto y cuanto dependen para su supervivencia de
los presupuestos generales del estado.
A más ver
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