Dictadura postmoderna. Este terminó
fue acuñado por el periodista, escritor y productor de televisión de origen británico
Peter Pomerantsev, para describir el tipo de régimen político que ha
establecido Putin en la antigua unión soviética; y para definir, al mismo
tiempo, hacia donde caminan las llamadas democracias occidentales: hacia una
dictadura, más o menos sutil pero dictadura al fin, impuesta por las elites
empresariales, financieras y económicas. Como paradigma y estandarte de esa
realpolitik tenemos el repetido mantra que escuchamos siempre del mismo bando:
el de que esta política económica basada en una fuerte austeridad y control del
gasto público, es la única política económica posible y viable, porque otra
cosa sería una catástrofe, nuestra ruina. Naturalmente que es mentira. La antítesis
de esa política económica se ha llevado a cabo con notable éxito en un país tan
poco sospechoso de bolchevique como EEUU durante la crisis, con resultados
positivos tanto para la ciudadanía como para la moneda norteamericana.
Recordemos que el propio Obama recomendó a Merkel que tomara nota de los
resultados de la política de inversión pública, como detonante de la reactivación
económica en tanto que elemento dinamizador de la productividad, del ahorro
familiar, de la propia revalorización de la moneda. ¿Qué tiene de especial, por
ejemplo, la Reserva Federal norteamericana, capaz de dejar caer a toda una
entidad como Lehman Brothers para que el resto tomaran nota, de prestarle
dinero a los que pedían el rescate y de cobrarles hasta el último céntimo de
esos préstamos, además con intereses? Lo único que tiene de especial, que no es
poco, es la seriedad con que se toman la cosa de los dineros públicos. Con el
sistema de control del fisco yankee, muchos de nuestros compatriotas se
pudrirían en la cárcel, por ejemplo. Esta concepción de determinadas cosas
viene dada por una cultura en la que la libertad de prensa ha tenido un peso específico
considerable, y que ha ejercido una influencia incontestable en la formación democrática
de la gente. Mientras que aquí muchos siguen pensado que el dinero público no
es de nadie, por aquellas latitudes tienen muy claro de quien es el dinero y
que hay que respetarlo y cumplir con las obligaciones fiscales. Otra cuestión es
que uno, personalmente, abomine de su sistema sanitario, por ejemplo,
manifiestamente mejorable para nosotros, pero que tiene su explicación también en
la preponderancia de la cultura liberal que ha predominado en EEUU. Eso es otro
tema en el que, afortunadamente, no tenemos nada que envidiarles y sí creo que
es más bien al revés.
Mientras que en EEUU se invertía en
obra pública, aquí la vieja Europa un día se levantó con unos determinados países
con una deuda que te cagas, que nadie explicaba de donde salía; aunque se sabe
perfectamente pero no se reconoce para que no haya consecuencias. Curiosamente,
los países más endeudados son los del sur del continente, sometidos por los
poderosos del norte que ponen en práctica el ensayo de la dictadura postmoderna,
en la que vemos cómo por ejemplo se niega en redondo la posibilidad de
renegociar la deuda, deuda que supera ya nuestro PIB y a la que difícilmente podemos
hacer frente solo al pago de sus intereses; o vemos cómo las élites empresariales
dictan las nuevas normas laborales restringiendo gravemente los derechos de los
trabajadores, se atacan las manifestaciones democráticas con saña y especial
virulencia, como en el caso del famoso referéndum griego, referéndum al que se oponían
los lideres “demócratas” europeos, tras el cual impusieron a los griegos, por
desobedientes e insumisos, unas condiciones para el rescate criminales; o se
modela, reorienta y recorta la libertad de expresión como henos visto en España
mismo, legislando en contra inclusive de los preceptos de la ONU y de su Comité
de Derechos Humanos, sin dejar de asustar a la población, por supuesto, con el
hombre del saco vestido de rojo bolivariano.
Cuando uno se mete con el PP de una u
otra forma está arremetiendo contra sus electores; de la misma forma y por la
misma naturaleza cuando se ataca a los líderes de U-Podemos se ataca por
simpatía al colectivo de indignados que son la base y la razón de ser de
Podemos. Un colectivo este, por cierto, bastante más heterogéneo que otros
partidos, al recoger distintas sensibilidades y motivaciones ideológicas
distintas, tal y como se pone de manifiesto en las distintas posiciones que se
toman desde y por ejemplo las llamadas confluencias. Así, mientras
Podemos-Central, por decirlo así, no apoya el referéndum unilateral en Catalunya
por ejemplo, Podemos-Catalunya sí; y no es una contradicción en sí misma, sino
la constatación de su propia génesis ideológica plural. Es una de las características
de todo movimiento asambleario que aglutina diversas sensibilidades. Pero la
batalla está servida en tanto que mientras que las fuerzas tradicionales como
PP y PSOE se decantan abiertamente por la realpolitik, una política de hechos
alejada de toda ideología que no sea la puramente mercantil, U-Podemos queda
como la fuerza que aglutina la política ideológica, defensora de los dogmas de
la lucha de clases, del control ante el desmadre desregularizador y
privatizador neoliberal, y a quienes por razones evidentes las elites
consideran el enemigo a batir. Sí: el pueblo indignado es para ellos el enemigo
a batir, y para ello pretenden algo tan viejo como descabezar al enemigo,
convertirlo a ojos de la opinión pública en poco menos que el demonio; algo a
lo que Pablo, por cierto, le ha puesto de su propia cosecha con su carácter prepotente,
o con alguna que otra sonora pifiada propia y por ello previsible de novato,
como ese absurdo rifirrafe que mantuvo con Errejón y que, a la postre, le hace más
mal que bien. Una pifiada, todo sea dicho y desde la equidistancia que me da no
haber votado a Podemos, compartida por el propio Errejón, al que me imagino
sucumbiendo a la comida de oreja de algún interesado o interesada, que le llevó
a creerse lo que no tocaba en el momento que no tocaba.
Recordemos cómo y cuanto detestaba, y
detesta de hecho, esa autoproclamada lideresa liberal de la Esperancita Aguirre,
a los indignados en su conjunto y a sus líderes en especial. Otro de esos
liberales que se indignan con los indignados, es el fichaje de la Cifuentes, el
figura del Daniel Lacalle, ese “think thank” económico que apoya sin rubor
alguno la privatización de las pensiones para, dice, desahogar a la administración
del gasto; pero en realidad lo que defiende es el volumen de negocio que eso
supone para la banca, una banca que suspira por meterle mano a ese paquete de
miles de millones.
Estamos en guerra, solapada; pero
guerra. Disfrazada de democracia; pero guerra. Y no: la libertad y la
democracia no van ganando; ¿o es que a ti te lo parece? Mírale la cara al Rajoy
y respóndete después.
A más ver
No hay comentarios:
Publicar un comentario