Es cierto que la vida nos atropella
por momentos, que vamos acelerados, nos ponemos como motos y vamos pasando de
asunto en asunto como quien pasa las rallas discontinuas de la carretera a
lomos de su moto. Qué mareo. Últimamente no sé si es que es cosa mía, pero no hago
más que escuchar disparate tras disparate de nuestra clase política, así en
general; que no es que sea una anécdota ni una modernez; pero que sí que afecta
a cada día un número mayor de aplicados tuercebotas. Veo bastante alterados a
algunos de la derecha que, por lo visto, esto de la democracia les viene de
nuevas y deberían pasar por un cursillo intensivo que les dejara bien a las
claras que, democracia, no es que tengan que gobernar ellos solitos porque si
gobierna la izquierda se acaba el mundo. Hacer las cosas como es debido no es
intimidar a la gente con campañas disparatadas, llenas de falsedades y mensajes
catastrofistas y apocalípticos. Eso suele ser típico de quien no tiene nada que
ofrecer, tan solo el mantenimiento del status quo que tanto les beneficia. Como
será la cosa, a día de hoy, que hasta el diario Le Monde se cachondeaba de Rajoy
y de que los problemas de España tuvieran su procedencia en Venezuela. El histerismo
de esta derecha casposa se ha hecho viral y, tal y como apuntaba hace unos días,
ya se nos reconoce por ahí como el país que entregó su soberanía a Bruselas,
que tiene los dineros en Suiza, las empresas en Panamá y los problemas todos le
vienen de Venezuela. A los pocos días, Le Monde corroboró lo de que Maduro es
el "demoño" y Podemos unos diablillos cabreados rompetodo para España, para mayor
gozo y recochineo del francés medio.
Pero hoy no quería reflexionar sobre
esto sino sobre otro asunto bien distinto: el nuevo Cid Campeador español que
ha renacido cual ave Fénix para ilusión de tantos. Es en su génesis la historia
perfecta de una especie de apuesto y gallardo príncipe del siglo XXI que, después
de luchar contra sus enemigos internos, Torquemadas y Maquiavelos varios, ser encerrado en una torre, escapar
de ella y reconquistar el trono, se dispone a aglutinar a sus fuerzas y darle
la batalla final al enemigo externo, que tiene a las huestes del bello príncipe
acorraladas. ¿Lograra el apolíneo príncipe
socialista aglutinar en un solo ejercito a todos los rebeldes y vencer a los
malvados? Lo averiguaremos…después de la publicidad.
Recapitulemos porque uno tiene la sensación
de que se ha dejado algo en esta historia. Pedro fue Pedro gracias a Felipe,
que jugaba a preparar a su propia delfina, Susana y, mientras tanto, ese chico
que había jugado al básquet, podían ponerlo de cabeza visible para que la
cagara con Rajoy y, una vez quemado políticamente, presentar a la Susana como
la imagen rescatadora del socialismo y de la responsabilidad de estado ante los
movimientos secesionistas de los catalanes, haciendo así una triple pinza
PP-PSOE-C´S que haría imposible cualquier reforma constitucional que diera alas
a los independentistas. Esa podía haber sido la idea que perseguía Felipe, el
ex hermoso, y sus acólitos. Y no sé si es una cuestión de alguna especie de justicia
poética, pero el caso es que tal y como le sucedió a Ansar con Rajoy, a Felipe el
tal Pedro le salió rana. Y no una rana del montón; sino una rana con voz
propia. Que los intereses del electorado socialista y los intereses de los
cuadros dirigentes del partido no seguían siempre la misma senda, a cada día
que pasaba era más evidente. La derechización socialista era un secreto a
voces, a gritos, diría incluso, y que como consecuencia trajo la debacle
electoral consiguiente de los socialistas. Esa debacle no fue por obra y gracia
de Pedro, sino que fue Rubalcaba quien perdió más de 3 millones de votos en una
sola mano del póker político. Todos los votos perdidos posteriormente hay que
achacarlo a dos factores: la irrupción en el teatro político de Podemos y la obstinación
felipista en su política continuista del régimen. El siguiente y más grave
error de los felipistas, fue aquella noche de los cuchillos largos en Ferraz y
aquel vomitivo golpe de estado en el partido, que propició la defenestración de
Pedro, elegido por la militancia socialista. Aquello era toda una afrenta a esa
militancia. ¿La última? Está por ver. Pero a esta última, los propios
militantes le dijeron basta en unas primarias y una elección cuasi idílicas en
su transparencia y ejercicio de plena democracia. Recordemos que Pedro se
presentaba por libre, con todo el aparato del partido trabajando para el sector
oficial felipista, con el Patxi haciendo un poco el papel de mosca cojonera que
distraía a los dos contendientes principales, habiéndose enfrentado Pedro abiertamente
a la banda del ex Isidoro y denunciando públicamente a grupos poderosos
empresariales, financieros y periodísticos a los que iba a plantar cara porque
no jugaban limpio a esto de la democracia. Contra viento y marea pues, contra
el mundo y con su puñado de votos, sin más aval que su palabra de declarado “antisistema”
(al menos antisistema socialista de partido), ganó y el populacho le aplaudió con
fervor vitoreando el nombre del nuevo príncipe rescatador. Qué bonito. Una
historia perfecta para narrarla como un cuento contemporáneo a nuestros “ñiños
y ñiñas”. Ahora solo falta que se convoquen elecciones, Pedro se presente
candidato, y… a partir de aquí se abren las apuestas.
Algunos, románticos y no tan románticos
de la izquierda, como otros románticos y no tan románticos de la derecha, es
probable que esperen un giro hacia la izquierda más radical del que el mismo
Pedro está dispuesto a asumir por lo que, en ese sentido, seguramente defraude
a unos y otros. Es un hecho, que no es porque yo lo haya defendido aquí en más
de una ocasión, sino porque es una realidad histórica que no admite mucha discusión,
que Europa a avanzado en el siglo pasado sobre todo por la confluencia política
de la socialdemocracia con la derecha. Esto ha hecho posible grandes pactos de
estado en otros sitios, más notablemente en los países nórdicos sobre todo, que
les ha procurado un nivel de vida, unos servicios públicos, unos salarios y una
calidad democrática que envidiamos en muchos aspectos. Dato al margen, la
iglesia ni católica ni ninguna otra, tiene cabida en la gobernanza de ninguno
de esos países. El mérito, en gran medida, hay que atribuírselo a la derecha. Sí.
Unos pusieron la idea de país, los otros contribuyeron a crearlo facilitando
unas condiciones laborales que, lejos de no hacerlos competitivos ha comportado
unos mayores índices de compromiso y productividad por parte del trabajador que
se siente bien valorado, salarios revalorizados que, a su vez, permiten una
mayor recaudación fiscal que, por otro lado, garantiza los servicios públicos de
la calidad que ya quisiéramos por aquí. Ahora bien: todo eso tuvo su momento y
su circunstancia histórica. ¿Es posible extrapolar ese modelo de entendimiento,
de concordia y compromiso recíproco en aras del bien común, a esta España del
año 2.017 con nuestra izquierda y nuestra derecha? Yo creo que, más allá de algún
que otro tema puntual, como hemos visto recientemente en el tema de la
violencia de género, que sí, que hay que
darle la bienvenida al entendimiento de todas las fuerzas políticas, pero las
medidas y lo presupuestado se me antoja algo cortito porque la cobertura de
ayuda y asistencia personalizada a las victimas tiene sus carencias, como así mismo el tema de los hijos; más allá decía
de estos acuerdos puntuales y que son una excepcionalidad, no creo que
lleguemos. Deberíamos dejar de ser latinos, dejar de ser como somos y
reconvertirnos cultural y humanamente; deberíamos dejar de pensar en clave facha
y clave rojo del demonio. No lo veo. Nos va demasiado la marcha y llevamos tantos
siglos guerreando entre nosotros, como para que ahora, de la noche a la mañana,
todo sean besos y abrazos y vamos a llevarnos bien y vamos a levantar esto
entre todos y... ¿En España? No sé si ponerme a reír o ponerme a llorar.
Por lo tanto ¿qué podemos esperar de
Pedro, realmente? Imaginemos un escenario posible: Pedro se presenta a
candidato, obtiene X resultado y pactando con U-Podemos y alguna que otra
fuerza más, consigue poder presentar una alternativa de gobierno. Así que se presenta
en el congreso, expone su programa y lo somete a votación en la cámara. ¿Qué votarían
los del PP? ¿Qué votaría C´S para no entrar en flagrante contradicción en su
cruzada anti Podemos-Venezuela? ¿Se plegarían estas dos formaciones políticas a
un programa renovador de tal magnitud, que llevaría implícita una política económica
diferente a la impuesta desde Bruselas, el FMI y los famosos mercados; o la
misma reforma constitucional, de qué calado sería, cuantas concesiones haría
esta derecha nuestra, la de aquí, la que conocemos de toda la vida?
Ni en cientos de siglos…eso es lo que
yo creo que pensaría esta derecha nuestra. Por consiguiente y tal y como me
enseñaron de pequeño, habría que aplicar la del 13/14: al amigo todo, al
enemigo ni agua y al indiferente, la legislación vigente.
A más ver
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