Afortunadamente, y como bien sabemos
todos, gracias a que tenemos como presidente del gobierno a todo un registrador
de la propiedad, lo que nos garantiza un nivel intelectual en la Moncloa al
alcance de solo unos privilegiados, ríete tú de jueces, cirujanos y físicos nucleares,
gracias, como decía, a ese dechado de clarividencia que responde al nombre de
¿y la europea?, tenemos perfectamente detectado el problema principal de este
país, al que hay que combatir por tierra, mar y aire y con todos los medios al
alcance. Sucintamente, el problema se puede resumir en una serie de nombres
propios que menoscaban nuestra libertad, nuestra nación española como la
conocemos desde la época de los australopitecus tremebundos y que son, a saber:
Catalanes, Podemos y últimamente ya también el PSOE, que ha dejado de ser un
partido sensato para ser una pandilla de locas desatadas en manos de podemitas
irredentos.
Vamos a ver: cuando ese tipo, ese
okupa de Moncloa, dice cosas, no le importa a quien insulta, solo le importan
los 4 que van a coger el mensaje y lo van a enmarcar en la cabecera de su cama
como un nuevo evangelio. Es estúpido que compare las relaciones que tiene él con
los nacionalistas vascos y los catalanes. Para empezar, no estamos en Catalunya
en igualdad de condiciones que los vascos, el PP no ha recurrido al
constitucional el cupo vasco y sí el Estatut catalán, la Chuky Soraya no se
puso a recoger firmas en contra del estatuto vasco y sí que lo hizo contra el catalán,
y por mucho que digan para los 4 que se lo crean, que es que los catalanes se
han radicalizado y si no respetan la ley…¿qué vas a hacer, si le presentas a tu
interlocutor 46 temas para la negociación y no recibes respuesta a ninguno de
ellos? es muy fácil salir por la caja tonta diciendo que los catalanes esto y
los catalanes lo otro; pero el hecho irrefutable es que de Moncloa solo sale en
dirección a Catalunya el no y no y no, o tribunal, tribunal y tribunal, o
pruebas falsas de policías políticos, o acusaciones de nazis, bolivarianos al día
siguiente, insultos y menosprecio va y menosprecio viene. No hay nada,
absolutamente nada constructivo desde el minuto cero que haya salido de Moncloa
en dirección Catalunya. Nada. Antes al contrario, el conquistador haciendo gala
de su espíritu respetuoso para con los pueblos de España y sus culturas, ha
hecho gala de querer “españolizar” a los catalanes; cuando uno piensa que a los
españoles les iría mejor si se catalanizaran un poquito, precisamente.
La derecha de este país, junto a los católicos,
militares y monárquicos, va a enfrentarse con todas sus armas a cualquiera que
se atreva a pretender cambiar la configuración del estado como país indivisible
regido por una monarquía parlamentaria. Fueron ellos los que se alzaron en
armas contra la república, dieron un golpe de estado y ganaron una guerra
civil; claro que de eso hace mucho tiempo y las circunstancias sociales y
culturales eran bien distintas y hoy día es algo inimaginable en un país de la Europa
comunitaria; a pesar de que a muchos de ellos les gusta, les encanta, se
refocilan como un cerdo revolcándose en una piara para proclamar a los cuatro
vientos que viene el coco, el hombre del saco del siglo XXI con coletas, y que
va a instaurar aquí las cuatro gilipolleces que se les ocurra a los iluminados
de turno, como eso del régimen bolivariano y demás sandeces, dichas con la pretensión
de atemorizar y demonizar al enemigo. Y no lo hacen mal. Y los bisoños, encima
colaboran con sus torpezas propias de bisoños. Ahora y de cara al espectáculo y
la galería, se ha creado una mesa de negociación con pretensiones de ser
permanente, que siempre que se dice eso de permanente uno sospecha que hay
dudas de que lo sea, entre PSOE y U-Podemos en el congreso. Veremos. El aparente
buen rollito que existe ahora entre los antaño enemigos izquierdosos, será
constructivo en la medida en que eso se traduzca en hechos concretos, de
palabras, por bonitas que sean, no se vive, hay que legislar para la ciudadanía,
no contra ella como hace la derecha, y en esa tesitura el enemigo es uno de los
enemigos más poderosos que existen en este país: la costumbre.
Hay una costumbre muy arraigada en
este país de obediencia y fe ciega en la derecha, hay una costumbre en este
país de enfrentarse a los cambios por sistema, hay una costumbre al miedo como
lo hay a la oración, al escapulario y a todas esas cosas que a muchos nos
suenan a arcaicas, vetustas; como hay una costumbre al discurso de la mentira,
de la tergiversación, de habernos equivocado, todos, interpretando unas
palabras de un político que resulta ser siempre una pobre victima
incomprendida. Hay muchas costumbres poco sanas, como la de oír pero no
escuchar, de plantarnos en un discurso, no movernos un ápice de nuestras
posturas y llamar al tiempo radical al interlocutor. En esto la derecha tiene
el puto Cum Laude. Por definición, aquellos que suspiran por una mayoría absoluta,
suelen ser gente con poca o nula vocación y espíritu democrático, porque su pretensión
primera y última, es arrasar, como hemos dicho tantas veces: derrotar antes que
convencer. En un país de extremos como este, implementar un sistema
parlamentario que obligue a las fuerzas políticas al pacto, debido a la imposibilidad
de que alguna obtenga mayoría absoluta, para los idealistas de la democracia y
el romanticismo político, es muy bonito; pero en este país eso significa una
lucha fratricida a muerte entre aquellos que no se adaptan a los cambios. Lo
vemos incluso ahora que, con la complacencia de C´S y la permisividad de un
PSOE preso de sus propias circunstancias, el PP gobierna en minoría pero sigue haciéndolo
a golpe de decreto ley, sin consensuar las políticas y las leyes con nadie, que
es exactamente lo mismo que hizo Rajoy con su mayoría absoluta. Que U-Podemos
tenga prisa es natural; como lo es que el PSOE no la tenga porque tiene a su líder
fuera de la cámara y espera unas elecciones para presentarlo a candidato. Lamentablemente,
el hambre, el paro, las dificultades, la miseria no espera ni sabe de
calendarios. A diferencia del 36, esta sociedad está demasiado abotargada,
nadie tampoco se va a poner a quemar iglesias ni van a haber ajustes de cuentas
cruentos, como no se van a abrir las prisiones para que salgan los presos políticos;
esta es otra clase de guerra: guerra de despachos, guerra política, guerra por
la recuperación de la dignidad del país, pisoteada de forma inmisericorde por
los tiburones financieros, guerra contra los corruptos que saquean el erario público,
guerra contra la mentira, la represión, la censura y el esclavismo laboral,
contra los que atentan y nos arrebatan el estado del bienestar público por sus
mayores beneficios privados. No parece, por ejemplo en el sector energético,
que la privatización haya resultado una bicoca para la ciudadanía, una ciudadanía
en ese sentido secuestrada por los intereses crematísticos privados de quienes,
por demás, dan unas muestras repudiables y mezquinas de desatención a las
personas que padecen la llamada pobreza energética, o los marginados energéticos,
como se prefiera.
Afortunadamente y gracias, como decía
al principio, a ese estadista sin parangón en la historia de la humanidad que disfrutamos
por seguir preservando el brazo incorrupto de santa Teresa, de san Francisco
Javier y de san Vicente Mártir, tres brazos por el precio de uno y ninguno
encima es de gitano relleno de nata, gracias a ese megalomaníaco del dialogo y
el consenso, de la mesura y la responsabilidad de estado, sabemos que, la culpa
de todo, de todo, todo y todo, es en primer lugar de podemitas y catalanes y,
en segundo lugar, a mucha, mucha distancia es, como todo el mundo es capaz de
deducir por sí mismo sin haber estudiado ciencias políticas en la universidad, del
chachachá.
A más ver
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