¿Hay buenos fontaneros en España?
Los hay. Entendiendo
por fontaneros a los profesionales del ramo; de la otra clase de “fontaneros”
antipolítica, lamentablemente, los tenemos bastantes chapuceros, al estilo de
aquellos Pepe Gotera y Otilio.
¿Hay buenos jueces?
Los hay. Nos escandalizan algunas cosas de
algunos de ellos; pero la mayoría quiero creer que intentan hacer bien su
trabajo y lo hacen, sin duda, porque si no esto seria un rosario de escándalos judiciales
inasumible.
¿Hay buenos policías?
Los hay.
¿Hay buenos, o buenas, fiscales?
Los-as hay.
¿Hay buenos-as políticos?
Los hay. Suelen
ser los que no salen mucho por la tele pero arreglan los problemas de los vecinos
¿Hay democracia en España?
Etimológicamente, la
hay; materialmente no, no la hay.
¿Es usted antiespañol?
La única cuestión en la
que me he permitido en mi vida ser anti algo, es ser antifascista.
¿Cuándo usted hace horas extras, que
no le pagan, está diciendo viva el rey?
Yo soy republicano, no
reconozco más reyes que los magos si me traen regalos, sino, tampoco.
¿Hay vergüenza en este país?
¿El día de la Diada, no escribe sobre
La Diada?
No; me limito a
disfrutarla, que para eso se celebra. Ya tendremos ocasión de escribir, hablar
y discutir sobre ella. Es el día de la gente, no de la política ni los
políticos, aunque somos victimas de nuestras propias circunstancias y la cosa
ha ido derivando hacia estos derroteros de modo natural, como elemento
espontáneo de manifestación de una parte más que considerable de la población,
cansada de ser tratada con esos humos desde Moncloa y de ver a su Govern en prisión
o el exilio por algo que la ciudadanía les exigió que hicieran. ¿Por qué no
encierran a los más de 2 millones de inductores a la rebelión?
¿No hay política en este país?
Uf…muy poca, por ser
generoso. Hay mucho odio, eso si que hay y se trasluce a diario,
constantemente, por la cerrazón de unos y el empecinamiento de otros. Hay mucha
intransigencia y crece la intolerancia. Eso es un fallo propiciado por un lado
por los mensajes incendiarios de algunos que viven de la bronca y el alboroto,
y por la la falta de política y la imposición, mediante la represión, de un
modelo avasallador, beligerante y excluyente, tan excluyente como solo lo es el
castellano con relación a su periferia conquistada. Digamos que no nos quieren
con España, sino para servir a España. Si tú quieres a alguien contigo, no vas
a su casa a pegarle, digo yo, a menos que tu quieras a alguien sumiso a quien
puedas pisotear su dignidad.
¿Qué nos falta?
Justicia, decencia y
honradez. Porque no hay libertad sin alguna de esas tres premisas
indispensables. Pero de la misma manera que alguien dijo que teníamos la
democracia que tenemos, no la que querríamos tener, también se puede decir que
somos como somos, no de otra forma. Me duele formar parte de un país con un
pueblo tan irreconciliable consigo mismo, que parece vivir por y para la bronca
y la imposición.
¿No tenemos remedio?
Me gustaría vérselo,
intuírselo, percibirlo en algo; pero no me llega ninguna señal, quizá sea cosa
del wifi, pero no creo. Se puede entender que sea interpretado como que es
antinatura ir contra la idiosincrasia de uno mismo, que no podemos dejar de ser
como somos; y quizá sea verdad: pero en todo siempre hay margen de mejora.
¿Cómo se lleva con su conciencia?
Bastante bien, creo;
tenemos un pacto: yo no la traiciono y ella me deja dormir. Va bien. Es simple
si se quiere, pero efectivo.
¿Se imagina una España sin Catalunya?
Lo que uno se imagine
tiene bastante poca relevancia, ninguna, de hecho. Pero sí, sí me la imagino,
claro que sí; aunque no sin dolor ni problemas. No vamos a asistir a la implementación de una república
catalana independiente por la tele, como si un fuera un programa más de
varietés. Y en cualquier caso no va a ser nada de hoy para mañana. Tiene dos
vías de solución: una con la implicación de la comunidad internacional, y la
otra mediante la explosión social. Que un día la cosa se salga definitivamente
de madre y se lie tal zipi zape en la calle que el estado español se sienta
desbordado, sobrepasado, incapaz de controlarlo sin un desgate que afecte los
cimientos del estado, su propia ordenación y sistema de gobierno. La revolución
del alioli. Y un buen alioli, pica…pero también hay que decir que es un alioli
que es difícil que no se corte, porque la gente tiene mucho patrimonio que
proteger, una vida más o menos cómoda que no quiere perder, y que llegue hasta
ellos la república, sí; pero gratis y que sigan pudiendo ver la liga por la
tele.
¿Le gusta a usted la DUI como
solución?
Pues…todo depende. Si
yo tengo que escuchar a un ministro español y socialista, para más señas, que
un resultado que arroje un 55% a favor de la independencia se lo pasa por el
forro, pues permítame que yo me pase por el forro su concepto de la mayoría
absoluta. Es que no la reconocerían ni con un 80%, dicho por el mismo ministro
Avalos. ¿De qué vas a dialogar con un oponente que te trata así? ¿Quieren
dialogo?: que vaya Sánchez a dialogar con los Jordis, el Junqueras y compañía a
la cárcel y, cuando salga de allí, que vaya a sus casas, a explicarle a sus
hijos por qué sus padres no vuelven a casa. Pero creo que primero debería poner
un poco de orden en la suya, porque 2 dimisiones en los primeros 100 días, y en
España, de dos ministros, son muchas dimisiones, casi me atrevería a decir que
algo inaudito por estos lares. España se ha convertido en un esperpento de país
que no puede por tanto tener otra cosa que un esperpento de clase política, de
la que se habla más de sus corruptelas y mamandurrias que de sus aciertos y
avances políticos en pro de la ciudadanía. Quizá, por los propios defectos que
arrastra en su ADN el Régimen del 78, la clase política de este país se ha creído,
y realmente ejerce como tal, que ella es el fin que anhela el pueblo, cuando en
un mundo real y no en este de Españistan, la clase política solo es la correa
transmisora que debe llevar a término la voluntad popular reflejada en las
urnas. El querer implementar la voluntad popular reflejada en las urnas, le ha
costado al Govern catalán la cárcel, el exilio y una acusación por rebelión que
no se cree nadie fuera de aquí. Por otro lado, es destacable que la transformación
que ha habido en la clase política catalana con la desaparición del clan Pujol,
la antigua CiU, la retirada de Artur Mas, y cómo se produjo, más la irrupción de
un Carles Puigdemont que, se quiera o no, hoy es una figura política internacional,
esa transformación no se ha dado ni por asomo en la clase política española, en
la que no ha cambiado nada ni con la irrupción de aquellos que lo iban a
cambiar todo. Crece la desafección respecto a la monarquía y los dos partidos
mayoritarios, hasta el punto de que hoy se gobierna en España gracias a los
votos de aquellos a los que se ataca por otro lado con tanta saña. Esa es la auténtica
marca España: indescifrable.
¿Para cuándo, entonces, la
independencia?
Caro me lo fía. No. No
lo sé. No sé siquiera si la veré. Ojalá. Pero si sé que el que algo quiere,
algo le cuesta, nadie regala nada. Hay que convencer a mucha gente aun, y después
enfrentarse al estado español con una fuerza política que represente una mayoría
absoluta de la ciudadanía; y ni aun así iba eso a evitar más sangre, sudor y lágrimas.
Es un trauma social, evidentemente. Pero imaginemos como debe estar pasándolo
ahora mismo, por ejemplo, el pueblo escocés que votó mayoritariamente que no quería
el Brexit, y al estar subordinados a Londres ahora se ven fuera de Europa. Es lo
que pasa cuando no eres dueño de tu destino, ergo no eres soberano de nada,
sino un servil más. Hay que insistir y persistir y no dar un paso atrás. Estos próximos
meses pueden ser transcendentes, en función de los acontecimientos, que tendrán
su punto culminante el día que se de a conocer el fallo del juicio al Govern de
Puigdemont. Todo indica que el juicio comenzará a finales de diciembre y durará
un par de meses. La sentencia está prevista por tanto darla en primavera, así
que si días antes vemos de repente que envían un nuevo contingente de fuerza bruta
española, ya podemos dar por hecho que la sentencia será condenatoria. Y ya
veremos que dice la calle a eso.
A más ver
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