Al albor de los acontecimientos que
provocaron el estallido de la Segunda Guerra Mundial y de que los EEUU se
alineara con la antigua URSS, que combatieran juntos en el campo de batalla
contra el enemigo común alemán, y como acto reflejo de una sociedad occidental que
luchaba contra el creciente fascismo en Europa, muchos ciudadanos
estadounidenses se afiliaron al PCUSA (Partido Comunista de USA). Años después,
finalizada la guerra, algunas de estas personas comenzaron a llevar a cabo
asambleas en las que ya no se hablaba de los malvados alemanes o del fascista
italiano, sino de los beneficios que tenía el empresario y lo poco que repartía
entre los trabajadores; y llevaron a cabo una serie de huelgas y
manifestaciones que, en muchos casos, acababan con heridos y detenidos gracias a
las fuerzas del orden, poco acostumbrada a estas movidas reivindicativas en el
cuna del liberalismo salvaje. Quedó reflejada esta negra etapa de la historia
estadounidense en numerosos artículos de prensa, reportajes, libros,
documentales y películas. Por otro lado se estaba llevando a cabo una guerra
solapada principalmente entre los servicios secretos de EEUU y la URRS, lo que
conoceríamos como la Guerra Fría, tras la repartición de Berlín que no fue tal,
sino porque un buen día, sencilla y unilateralmente, los rusos empezaron a construir
un muro en la capital alemana que dividía a esta en dos: el lado occidental
yankee y el oriental ruso. Las continuas muestras de desconfianza reciproca entre
ambos bandos, levantaron ese ignominioso muro. En EEUU, por otro lado y como
consecuencia colateral, se llevó a cabo una atroz, ilegal e inmoral persecución
contra todo ciudadano estadounidense afiliado al PCUSA, o de cualquiera que
hubiera asistido a las asambleas de dicho partido, tuviera vínculos o relación de
algún tipo con esas personas, hubiera leído un libro sobre comunismo o fuere
cual fuere el tipo de relación directa o indirecta que les unía al comunismo. Películas
como Buenas Noches y Buena Suerte o una más reciente, Trumbo, esta ultima más
centrada en la repercusión que tuvo la caza de brujas en el mundo del cine,
aparte de ser obras de un excelente trabajo actoral, reflejan fehacientemente
el clima en el que vivía la sociedad norteamericana. Hubieron victimas: gente
que acabó en la cárcel solo por declararse de izquierdas, por luchar por los
derechos de los trabajadores, personas que sufrieron un nivel de acoso y
derribo de tal calibre, que acabaron suicidándose, arruinadas muchas de ellas
previamente, rotas sus familias…un desastre fruto de ese aquelarre ideológico
que no dejaba de ser una manifestación del fascismo que previamente los propios
norteamericanos habían combatido en Europa. Había mucho fariseísmo en el
argumentario de los que combatían a los rojos que, supuestamente, querían destruir
el sistema de vida norteamericano, garantista de derechos y libertades, quitándoles
precisamente esos derechos y libertades a miles de personas sin una base legal,
por simple sospechas o por el simple hecho de pensar de forma distinta.
No digo que sea ni el mismo ambiente
ni tampoco que las motivaciones sean iguales en el tiempo y la forma; pero hoy,
aquí, en este país sí que parece evidente que se persigue, se reprime, se
castiga y se coarta la libertad de gente que piensa de forma diferente a la versión
oficial de nuestra derecha carpetovetónica. En lo que sí se asemeja, y
bastante, es en el nivel de fariseísmo y de hipocresía de algunos actores políticos
de nuestra derecha, capaces de mentir y de decir que mentir en sede
parlamentaria no es motivo para dimitir (verbigracia Rajoy) para pasar a acusar
a los rojos de mentirosos; de una mentira convertida en pecado mortal por el
coro de voceros a sueldo. Ese mismo fariseísmo, esa misma casi que innata hipocresía
de la que hacen gala algunos de nuestra derecha, amplía tanto el abanico de sus
posibilidades, que igual nos roba del erario público y se lleva los parnés a
Panamá, que dice dejarse la piel por los españoles; al tiempo que nos permite
entrever por los puños de su camisa una pulserita con los colores patrios y/o
presume de españolismo torero. Añadámosle a esto esa costumbre tan nuestra de
encasillar a alguien a la mínima ocasión, de colgarle el cliché de tal cosa o
tal otra, de que porque exponga un punto de vista diferente sea automáticamente
un apostata, un hereje o un asocial, un descarriado del sistema que, con los
vientos que corren, evidentemente o es un podemita radical y peligroso, o bien un
catalanista radical, nazi, peligroso y enemigo de España. Por no hablar de la
cantidad de eminencias que saben de antemano lo que pasaría si ellos no
gobernaran y gobernara lo que ellos denominan como izquierda radical, esos
pitonisos que, sin embargo, como sus dotes adivinatorias no les da para que les
toque la primitiva, hacen lo que primitivamente hace el delincuente: robar y
quedarse con lo ajeno.
Uno, que ni es podemita, socialista ni de
derechas, no se siente a gusto teniendo que ser honesto a la hora de componer
el relato de lo que veo que pasa a mí alrededor. No por ser honesto,
evidentemente, sino por el cuadro que reflejo. A pesar de las buenas, y en
otros casos no tan buenas intenciones, de algunos que proclaman desde la
derecha aquella cantinela del estado de derecho, democracia y otras mandangas,
tenemos sobradas muestras objetivas de que la calidad de nuestra democracia
atraviesa un agujero negro, un túnel sin luz, un paramo con un paisaje con
exceso de frivolidades, mentiras he hipocresías, que nos han llevado a esta situación
de democracia paupérrima, en los huesos, que sufre de hambruna ideológica y
vive en el exceso de recortes y penurias, materiales y no materiales, de
libertad ideológica. ¿No es acaso radical afirmar que, cualquier cosa que no
seas tú, o que no pase por ti, no puede ser en ningún caso la solución? Y sin
embargo, nadie como el PP para decirnos, por activa y por pasiva, que todo lo
que no sea PP (ahora con su bebés naranjas como colaboradores necesarios) no es
bueno para España, que todo lo que no sea la derecha va a acabar por llevar a España
al desastre más desastroso y la ruina más ruinosa, que ellos, que conjuntamente
con el PSOE antiguo (vamos a llamarlo así hasta que Pedro no nos demuestre que
sigue la senda de los Felipe, Guerra y cía.) únicos que nos han conducido a
esta situación, son los que tienen la única solución posible para este país; o
sea: ellos. Suena un tanto como a ese maltratador que, después de estampar su
mano contra la cara de su víctima, le dice: …”nena, yo soy lo mejor que te
puede pasar, porque ese que llama a tu puerta es peor que yo, que te lo digo yo;
porque te lo digo yo. Y punto”. El componente de dependencia que lleva a
algunas personas a soportar como mal menor a su maltratador, es extrapolable al
componente de dependencia ideológica de aquellas personas que, sabiendo que el
PP está lleno de mugre, viven en el firme convencimiento de que si bien no son posiblemente
lo mejor, son lo menos malo.
Bienaventurados los pobres maridos
que tienen que padecer los horrores del mercadillo, una mañana de domingo de
agosto, de veraneo con su costilla. Debe haber un componente masoquista que debería
mirarme así a horas sueltas. En estos casos de peligrosidad extrema, es recomendable
recurrir a Epicuro: sentarse a beber una cervecita y dejar a la fiera suelta, a
su bola.
Ahora vas y lo cascas.
Ahora vas y lo cascas.
A más ver
Cada vez que te leo,y mi mujer lo esta viendo,me dice ya estás otra vez leyendo al tal Varela...y yo le digo si hubiese unos cuantos srs,Varela en esta sociedad podrida i corrupta,otro gallo nos cantaría...saludos compañero i no pares de escribir,que yo te leo siempre
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