Hay una cantidad ingente de personas
que son incapaces de disfrutar de nada. Da igual el dinero que tengan, o una
bonita casa, tampoco importa su nivel o su condición social porque esas
personas parece haber venido a este mundo con el único propósito de mostrarnos
a todos que son unos infelices, unas personas que viven en una queja perenne, como
un compañero mío de trabajo al que a los 3 días de conocerlo ya le bautice como
“el niño er quejío” porque, 18 años después, continua pasándose el día quejándose por cualquier nadería, sin
pensar que ese trabajo de mierda le paga la hipoteca de su casa. No su piso: su casa. Echándole un rápido vistazo
a periódicos como La Razón, El Mundo, ABC o el País, el día después de la manifestación
por las victimas y contra el terrorismo, te das cuenta de cuanta gente debía
estar cabreada por tener que trabajar escribiendo y, claro: cabreada y escribiendo,
esa persona se va a desahogar con alguien.
Que el rey venga a Catalunya, o
Rajoy, y les silben y abucheen, por mucho que les duela a los defensores de
estos dos personajes, es algo que con la figura real se viene produciendo de
forma sistemática, prácticamente, que yo recuerde desde que Franco le dejó en
herencia la jefatura del estado a “su majestad”; y lo de Rajoy es tan obvio que
huelga decir más. Si bien a la realeza el abucheo en Catalunya le viene con el
cargo, Rajoy se lo ha ganado a pulso, él solito, sin que nadie le haya ayudado
por su catalanofobia. Que los gacetilleros mesetarios, de entre todo lo que
ocurrió ayer en las diversas concentraciones, destaquen y se pongan furibundos
atacando e insultando a los 4 de entre más de medio millón, que silbaron a esas
dos perlas hispánicas como el rey y Rajoy, o es fruto de su amargura crónica o
es toda una impostura para mantener viva la llama de la confrontación. Incluso,
en el colmo de su desvarío, alguno se queja de que a la hora de la manifestación,
hubiera quien se dedicara a cantar los goles de Messi, como si en otras
manifestaciones de esta naturaleza en Madrid o en otros sitios, no hubiera
quien habría ido al cine, a dar un paseo por El Retiro o habría quedado con la
novia para ponerse tibios a la orilla del rio, tumbados en la hierba y pasando olímpicamente
de manifestaciones de duelo. En ningún caso se preguntaron qué andarían haciendo
los miembros del gobierno español que no asistieron al acto, porque imagino que
a estos la libertad para hacer lo que les diera la gana una tarde de sábado se
les presupone: a los demás, no. Los amigos de la rigurosa uniformidad no
conciben ni la pluralidad, ni la libertad de cada cual para hacer lo que le
venga en gana; y necesitan que haya siempre alguien que le dé la excusa
perfecta para mostrarnos a todos lo súper ofendidos que están porque les silban
a su rey y su presidente. Por esa misma ley, no toleran a los que ellos llaman
intolerantes porque estos se muestran indignados por la presencia de esos dos
personajes y su indignación la manifiestan silbándoles, tal como hacen los
gacetilleros escribiendo y descargando su bilis en las teclas.
Días antes, y con motivo del
llamamiento a la manifestación de ayer, escribía yo desde aquí mi
disconformidad con los de la CUP que amenazaban con boicotear la manifestación
si esta la encabezaba el rey. No me sirve ninguna excusa que se pretenda
argumentar para boicotear una manifestación a favor de las víctimas del
terrorismo y contra los asesinos, máxime si hemos tenido que recoger un puñado
de cadáveres de nuestras aceras. Al final, con buen criterio, los convocantes
decidieron que habría dos cabeceras: la primera de ellas y que abría la marcha
hacia la Plaza de Catalunya, la componían los miembros de los cuerpos de
seguridad (Mossos, Guardia Urbana, Policía Nacional y Guardia Civil), acompañados
del personal sanitario y representantes de los colectivos ciudadanos que el
17-A se dedicaron a ayudar de forma voluntaria. La segunda cabecera la copaban
las autoridades y su sequito de guardaespaldas, muy nutrido por razones obvias
de concentración de tanto personaje encabezados por el Felipe uve palito, como
todos los presidentes autonómicos del estado, por ejemplo; y una parte del
gobierno español, amén de las autoridades autóctonas. Fue esa segunda cabecera
la que recibió los abucheos de un grupúsculo de personas, una gota en el océano
que sin embargo para algunos era todo un diluvio que demostraba la intolerancia
de los radicales independentistas, que habían conseguido hacer fracasar la
imagen de Catalunya como pueblo serio, comprometido con la libertad y la
tolerancia. Yo solo vi a unos pocos que, independientemente del día y la hora,
cuando ven aparecer por aquí a Felipe uve palito y al Rajoy, se indignan, y con
razones de peso. Ambos personajes sabían perfectamente a lo que se exponían
viniendo a Barcelona, y por mucho que Felipe quiera granjearse la simpatía del
populacho aprendiéndose de memoria unas frases en catalán, es un Borbón y no va
a ser bien recibido como no lo fue su padre, ni su antecesores reales en
general porque Catalunya en su génesis es intrínsecamente republicana.
Personalmente y como republicano, que venga el rey a recordarnos que somos sus
vasallos me repugna sobremanera porque su sola presencia ya lleva implícita mi condición
de súbdito real. Pero aunque personalmente Felipe uve palito no tenga la culpa
y esté como quien dice estrenando cargo, en mi opinión lo que más le hubiera
honrado como persona era haber abdicado y haber permitido el tránsito hacia una
reforma constituyente, que acabara con este sistema de monarquía parlamentaria
y diera pie a un sistema de gobierno republicano. ¿La culpa de qué? Ah, sí…es que
con el calor se me va la olla, sorry: no tiene la culpa de que su padre se haya
hecho multimillonario negociando los dólares de comisión por cada barril de petróleo
que nos han vendido y nos venden países que subvencionan grupos terroristas islámicos.
Ya sabemos todos a quienes me refiero, porque además es una cosa de dominio público
que parece ser que a casi todo el mundo se la suda. Al menos, aquellos que
adoran la figura real, se ve que no deben tener dudas ni cuestiones morales que
plantearse, de lo que yo me alego mucho por ellos, y que lo más grave del mundo
es que silben a su rey. Bendita preocupación. Ya va siendo hora de que se
empiecen a enterar que el rey no es bien recibido en Catalunya por buena parte
de la población: no toda esa población le va a silbar, naturalmente, y nadie le
dice que no ponga un pie en Catalunya; pero si viene…es lo que hay porque va
con el cargo. 102.000 euros cobrará la infanta Leonor al año, en un país donde
muchos centros públicos de enseñanza no pueden abrir en verano sus comedores para
dar de comer a los niños de las familias más desprotegidas, por falta de
dinero.
Pues nada: ¡que viva el rey! Por mí
como si lo confitan y se lo comen. Yo me quedo con la imagen de ese pueblo de Catalunya
del que hacemos siempre coña en casa con el nombre: Ripoll. Más concretamente
con la imagen de esa musulmana hermana de uno de los terroristas, dirigiéndose a
los habitantes del pueblo donde vive, en catalán; un pueblo que la aplaudía cada
vez que la emoción trababan su lengua. La gente suele tener por aquí las cosas
bastante claras, por eso no queremos ni rey ni gobiernos retrógrados, reaccionaros
e intolerantes como el de Rajoy y su pandilla de chorizos. De estos ya tenemos
los autóctonos, y a no tardar va a ver España como los echamos del gobierno catalán
y ponemos a republicanos al frente. Es lo que se avecina, una vez se retire
Puigdemont tras el referéndum, porque es lo que habría pasado de forma natural
si CiU no se hubiera aferrado al proceso independentista tras el 11-S del 2010,
para pervivir políticamente todo lo que le fue posible.
A más ver
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