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domingo, 27 de agosto de 2017

SILBIDOS Y APLAUSOS





Hay una cantidad ingente de personas que son incapaces de disfrutar de nada. Da igual el dinero que tengan, o una bonita casa, tampoco importa su nivel o su condición social porque esas personas parece haber venido a este mundo con el único propósito de mostrarnos a todos que son unos infelices, unas personas que viven en una queja perenne, como un compañero mío de trabajo al que a los 3 días de conocerlo ya le bautice como “el niño er quejío” porque, 18 años después, continua pasándose  el día quejándose por cualquier nadería, sin pensar que ese trabajo de mierda le paga la hipoteca de su casa.  No su piso: su casa. Echándole un rápido vistazo a periódicos como La Razón, El Mundo, ABC o el País, el día después de la manifestación por las victimas y contra el terrorismo, te das cuenta de cuanta gente debía estar cabreada por tener que trabajar escribiendo y, claro: cabreada y escribiendo, esa persona se va a desahogar con alguien.

Que el rey venga a Catalunya, o Rajoy, y les silben y abucheen, por mucho que les duela a los defensores de estos dos personajes, es algo que con la figura real se viene produciendo de forma sistemática, prácticamente, que yo recuerde desde que Franco le dejó en herencia la jefatura del estado a “su majestad”; y lo de Rajoy es tan obvio que huelga decir más. Si bien a la realeza el abucheo en Catalunya le viene con el cargo, Rajoy se lo ha ganado a pulso, él solito, sin que nadie le haya ayudado por su catalanofobia. Que los gacetilleros mesetarios, de entre todo lo que ocurrió ayer en las diversas concentraciones, destaquen y se pongan furibundos atacando e insultando a los 4 de entre más de medio millón, que silbaron a esas dos perlas hispánicas como el rey y Rajoy, o es fruto de su amargura crónica o es toda una impostura para mantener viva la llama de la confrontación. Incluso, en el colmo de su desvarío, alguno se queja de que a la hora de la manifestación, hubiera quien se dedicara a cantar los goles de Messi, como si en otras manifestaciones de esta naturaleza en Madrid o en otros sitios, no hubiera quien habría ido al cine, a dar un paseo por El Retiro o habría quedado con la novia para ponerse tibios a la orilla del rio, tumbados en la hierba y pasando olímpicamente de manifestaciones de duelo. En ningún caso se preguntaron qué andarían haciendo los miembros del gobierno español que no asistieron al acto, porque imagino que a estos la libertad para hacer lo que les diera la gana una tarde de sábado se les presupone: a los demás, no. Los amigos de la rigurosa uniformidad no conciben ni la pluralidad, ni la libertad de cada cual para hacer lo que le venga en gana; y necesitan que haya siempre alguien que le dé la excusa perfecta para mostrarnos a todos lo súper ofendidos que están porque les silban a su rey y su presidente. Por esa misma ley, no toleran a los que ellos llaman intolerantes porque estos se muestran indignados por la presencia de esos dos personajes y su indignación la manifiestan silbándoles, tal como hacen los gacetilleros escribiendo y descargando su bilis en las teclas.

Días antes, y con motivo del llamamiento a la manifestación de ayer, escribía yo desde aquí mi disconformidad con los de la CUP que amenazaban con boicotear la manifestación si esta la encabezaba el rey. No me sirve ninguna excusa que se pretenda argumentar para boicotear una manifestación a favor de las víctimas del terrorismo y contra los asesinos, máxime si hemos tenido que recoger un puñado de cadáveres de nuestras aceras. Al final, con buen criterio, los convocantes decidieron que habría dos cabeceras: la primera de ellas y que abría la marcha hacia la Plaza de Catalunya, la componían los miembros de los cuerpos de seguridad (Mossos, Guardia Urbana, Policía Nacional y Guardia Civil), acompañados del personal sanitario y representantes de los colectivos ciudadanos que el 17-A se dedicaron a ayudar de forma voluntaria. La segunda cabecera la copaban las autoridades y su sequito de guardaespaldas, muy nutrido por razones obvias de concentración de tanto personaje encabezados por el Felipe uve palito, como todos los presidentes autonómicos del estado, por ejemplo; y una parte del gobierno español, amén de las autoridades autóctonas. Fue esa segunda cabecera la que recibió los abucheos de un grupúsculo de personas, una gota en el océano que sin embargo para algunos era todo un diluvio que demostraba la intolerancia de los radicales independentistas, que habían conseguido hacer fracasar la imagen de Catalunya como pueblo serio, comprometido con la libertad y la tolerancia. Yo solo vi a unos pocos que, independientemente del día y la hora, cuando ven aparecer por aquí a Felipe uve palito y al Rajoy, se indignan, y con razones de peso. Ambos personajes sabían perfectamente a lo que se exponían viniendo a Barcelona, y por mucho que Felipe quiera granjearse la simpatía del populacho aprendiéndose de memoria unas frases en catalán, es un Borbón y no va a ser bien recibido como no lo fue su padre, ni su antecesores reales en general porque Catalunya en su génesis es intrínsecamente republicana. Personalmente y como republicano, que venga el rey a recordarnos que somos sus vasallos me repugna sobremanera porque su sola presencia ya lleva implícita mi condición de súbdito real. Pero aunque personalmente Felipe uve palito no tenga la culpa y esté como quien dice estrenando cargo, en mi opinión lo que más le hubiera honrado como persona era haber abdicado y haber permitido el tránsito hacia una reforma constituyente, que acabara con este sistema de monarquía parlamentaria y diera pie a un sistema de gobierno republicano. ¿La culpa de qué? Ah, sí…es que con el calor se me va la olla, sorry: no tiene la culpa de que su padre se haya hecho multimillonario negociando los dólares de comisión por cada barril de petróleo que nos han vendido y nos venden países que subvencionan grupos terroristas islámicos. Ya sabemos todos a quienes me refiero, porque además es una cosa de dominio público que parece ser que a casi todo el mundo se la suda. Al menos, aquellos que adoran la figura real, se ve que no deben tener dudas ni cuestiones morales que plantearse, de lo que yo me alego mucho por ellos, y que lo más grave del mundo es que silben a su rey. Bendita preocupación. Ya va siendo hora de que se empiecen a enterar que el rey no es bien recibido en Catalunya por buena parte de la población: no toda esa población le va a silbar, naturalmente, y nadie le dice que no ponga un pie en Catalunya; pero si viene…es lo que hay porque va con el cargo. 102.000 euros cobrará la infanta Leonor al año, en un país donde muchos centros públicos de enseñanza no pueden abrir en verano sus comedores para dar de comer a los niños de las familias más desprotegidas, por falta de dinero.

Pues nada: ¡que viva el rey! Por mí como si lo confitan y se lo comen. Yo me quedo con la imagen de ese pueblo de Catalunya del que hacemos siempre coña en casa con el nombre: Ripoll. Más concretamente con la imagen de esa musulmana hermana de uno de los terroristas, dirigiéndose a los habitantes del pueblo donde vive, en catalán; un pueblo que la aplaudía cada vez que la emoción trababan su lengua. La gente suele tener por aquí las cosas bastante claras, por eso no queremos ni rey ni gobiernos retrógrados, reaccionaros e intolerantes como el de Rajoy y su pandilla de chorizos. De estos ya tenemos los autóctonos, y a no tardar va a ver España como los echamos del gobierno catalán y ponemos a republicanos al frente. Es lo que se avecina, una vez se retire Puigdemont tras el referéndum, porque es lo que habría pasado de forma natural si CiU no se hubiera aferrado al proceso independentista tras el 11-S del 2010, para pervivir políticamente todo lo que le fue posible.   

A más ver 

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