Por muy preparado que creyera que
estoy, sin duda alguna un cargo que jamás ocuparía ni en esta ni en ninguna
otra vida, sería la de ministro del interior. De entrada, por principios. No me
sentiría en paz conmigo mismo aplicando un legislación y, sobre todo, unos
métodos, por ejemplo en materia de control fronterizo, que no me parecen de recibo,
como por ejemplo disparando a los inmigrantes ilegales como en la playa del
Tarajal, caso paradigmático de crimen de estado por muy ofendido que se sienta
el señor ex ministro; hay muertos que ya no pueden ofenderse por su gestión
porque están, sencillamente, muertos por su gestión. Pero otra de las razones
por las que el dinero que cobrase no me pagaría jamás, es el tener que
exponerte a hacer declaraciones estúpidas y ridículas que atentan contra el
sentido común, como el último caso del actual ministro Zoido, que ha calificado
el último asalto a la valla de Ceuta por parte de inmigrantes indocumentados,
como un acto de “ataque radical de violencia extrema”. Claro, tú lo lees y es
fácil que pienses: ¿y cuántos Guardias Civiles hay heridos?: Cero. ¿Personal
civil?: Cero. Inmigrantes indocumentados: 15, trasladados al Hospital
Universitario por diversos cortes y contusiones. ¿Y esa radicalidad de
violencia extrema? En una de las puertas del perímetro fronterizo de la ciudad,
que fue forzada por lo visto con mazas y cizallas, aunque el estado de la
puerta no es grave, según las propias palabras del ministro, es donde se
focalizó la radicalidad y la violencia extrema. Pero en todo este nuevo caso
que viene a demostrar, no lo mal que lo hacemos aquí, que también, sino lo mal
que lo hace la comunidad internacional en los países de origen, que es donde
los expertos dicen que hay que combatir este fenómeno, lo que subyace de este
episodio es el mensaje de relacionar la inmigración ilegal con la radicalidad y
la violencia extrema. Debería recordar el señor ministro cuantas leyes ha
violado el estado español, sobre todo en los últimos años de gobierno de su
casposo PP, las criminales concertinas y
los impresentables Centros de Internamiento para Extranjeros, verdaderas
cárceles donde se hacinan personas en condiciones indecentes como nuestros
Guantánamo de andar por casa, que están ahí por pobres muertos de hambre que no
tienen donde caerse muertos ni nadie que los defienda, antes de ponerse a dar
lecciones de algo. Muchas de estas personas huyen de países en conflicto y
vienen a pedir asilo que, jaja, ni locos porque aquí somos muy constitucionales
y legales y esas chuminadas por el estilo que nos cuelan en los telediarios.
Nos quedará en la retina la imagen de
esos hoteles, con las piscinas prácticamente asaltadas por los veraneantes a
primera hora de la mañana, que quieren coger el mejor de los sitios; y que
dista, como que bastante, de dar la imagen de unas vacaciones idílicas y sí de
parecerse más a un episodio de aquellos de Humor Amarillo. Se multiplican los
ataques de grupúsculos anti turistas en paraísos del turismo como Barcelona o
Palma de Mallorca. Han tenido que ser algunos radicales los que, con su sistema
sui-generis de expresión, nos recuerden el tema del turismo depredador y sus
consecuencias: alta especulación inmobiliaria, deterioro del mobiliario urbano,
servicios públicos masificados, degradación de la convivencia en los barrios
céntricos de las grandes ciudades, tomadas por noctámbulos turistas ávidos de
alcohol y fiesta…¿Turismo? ¡Qué remedio! Nos hemos convertido en una potencia
mundial turística; eso es un hecho. La cuestión es decidirnos primero entre
cantidad o calidad y, si elegimos calidad, como implementar un sistema
turístico ordenado y de calidad. No es tema baladí. Y cuando digo ordenado me
refiero a que a los turistas hay que enseñarles que esto no es su cortijo, que
tienen que respetar como exigen ser respetados y no hacer las cochinadas que en
sus países y ciudades no hacen. Si se apuesta por la cantidad como hasta ahora,
porque de la cantidad se deduce de forma simplista que, a mayor cantidad, mayor
beneficio, podemos morirnos de éxito y soslayar, como hasta ahora, lo de
pernicioso que tiene el turista depredador. Yo claro que quiero turistas que
visiten mi ciudad y muy orgulloso que me siento de Barcelona en ese aspecto;
pero un turista cívico, que respete las leyes y las normas elementales de
convivencia porque, en las ciudades donde van de turismo y a pasárselo bien, es
donde viven las personas que les van a servir al día siguiente el desayuno, van
a llevarlos en el Bus Turístico, los van a atender en los museos, las playas,
los restaurants, las tiendas… y porque en esta vida y en general, hay que saber
estar. Es lo que yo hago cuando me disfrazo de turista y es lo que, creo que en
buena lógica, tengo derecho a esperar de los demás cuando vienen a mi ciudad.
En esa línea de regulación del turismo la alcaldesa de Barcelona se ha
encontrado con la natural oposición del sector hotelero, que piensa más en su
propio e inmediato beneficio que en la problemática de la ciudad en su
conjunto. Podemos absorber más turismo, no en número infinito obviamente pero
sí algo más; y mientras los hoteleros quieren copar el centro de la ciudad
porque un hotel céntrico es más atractivo para sus business, la alcaldesa, creo
que con sentido común, quiere que dispersen la oferta hotelera por el resto de
la ciudad y darle así más vida a los barrios, que son atacados por especuladores
inmobiliarios para poner los pisos turísticos ilegales. En mi escalera, tres
chicas que convivían en un piso de alquiler, este año se van a la periferia de
la ciudad porque el propietario les ha subido el alquiler 400 euros de golpe.
Pagaban 1.000 entre las 3. Yo vivo en un barrio de clase trabajadora porque eso
es lo que soy (¿que eres una trabajadora? No me jodas…no me esperaba yo eso de
ti ¿eh? ¡ Shut up, capulio! Y este es nuestro
pan de cada día, a día de hoy. Me voy a pensar seriamente la posibilidad de
imponerle una tasa turística a mi hijo por vivir en casa como un turista, que
no me lo quito de encima ni con agua hirviendo…
A ver, nene…estas de vacaciones. Mira
que te va la marcha. Ponte guapo y vete a hacer el vermut por ahí con la
parienta y deja de arreglar el mundo que, ni te lo pide nadie, ni arreglas nada
porque, para arreglar algo, la verdad: mejor me callo.
Enjoy to life (serás degenerao… ¡habla
cristiano! Puto polaco…)
A más ver
No hay comentarios:
Publicar un comentario